La reflexión es lo único que se puede aportar a aquello sobre lo que ya está todo escrito.
Aquí se habla de toros y de la vida, como en las viejas tabernas.

lunes, 27 de febrero de 2017

GUERRA DE CALUMNIAS

Es cierto, empezaron ellos. Pero esto no deja de ser un pretexto muy pobre para justificar la gravísima irresponsabilidad y el flagrante oportunismo del que hicieron gala muchos taurinos. Demasiados.

Ellos, los antitaurinos, comenzaron la sucia batalla de las calumnias y las injurias hacia el toreo y hacia todos los profesionales y aficionados. Difundiendo mentiras, acusaciones y hasta insultos y amenazas a través de las redes sociales, la prensa y la televisión, han conseguido convertir a una gran parte de la sociedad en un campo de cultivo de odio e intolerancia. Un campo de cultivo tremendamente productivo cuyas semillas son la ignorancia y cuyo abono es la mentira con una buena capa de maquillaje.
Esta campaña de marketing, sin dejar de ser sucia, requiere tiempo, dedicación, cabezas pensantes y bastante financiación. A estas alturas no hace falta aclarar las poderosas compañías que están detrás de todo esto y con qué fin.

Lo que a mí como aficionado me preocupa es que nosotros empecemos a utilizar la misma arma para defendernos de todo eso que parece que no veíamos venir o que habíamos infravalorado. Pero es que además, lo hacemos de una forma mucho más cutre, simple, cantosa y oportunista.

Acusar a los antitaurinos del atentado por artefacto explosivo perpetrado el pasado 19 de febrero en las inmediaciones de 'La Santamaría' de Bogotá es de todo menos sensato.

Desde el primer momento, los encargados de la investigación tenían muy claro que los activistas contrarios a la tauromaquia, por violentos que sean, no tuvieron nada que ver con los hechos, y así lo hicieron público. Pero qué más da. Nosotros, todopoderosos taurinos de las redes, somos criminólogos expertos en terrorismo internacional. Somos jueces, legisladores y peritos. E idiotas, eso también.

¿A nadie se le ocurre pensar lo descabellado que es pensar -y sobre todo publicar- que ese atentado fue perpetrado por antis?
Explosión a las 10:30 a.m. en el corazón del dispositivo policial. Una hora en la que apenas había taurinos concurriendo la zona y sí muchos policías. Un país donde existen y actúan dos importantes organizaciones 'revolucionarias' terroristas cuyos principales objetivos suelen ser miembros estatales (como la Policía).

Al final ocurrió lo que más temía. Cuatro 'listos' manipuladores cargados de impotencia y perversión a los que no se les ocurre otra forma más digna de defender la tauromaquia, difundieron a los cuatro vientos que aquello era cosa de los antitaurinos intentando provocar una masacre entre los taurinos.
El efecto de tal insensatez no se hizo esperar: muchos miles de tuits, retuits, publicaciones en Facebook y hasta artículos en "prensa taurina" (siempre entre comillas) llamaban asesinos a los que nos han vendido como nuestros principales e íntimos enemigos.

Asesinos, ahí es nada. Esa misma calumnia por la que tanto hemos pataleado y denunciado nosotros mismos, y con toda la razón. Asesinos, palabras mayores.

Hoy mismo se confirmaba lo esperado. E.L.N. (Ejército de Liberación Nacional) se atribuía la autoría del atentado explicando que fue obra de un comando de guerrilleros urbanos.

Más grave que la gran falta de respeto a las verdaderas víctimas, el ridículo espantoso, la mezquindad y el oportunismo demostrado por el sector taurino en los últimos días con este asunto, es que muy pocos se retracten de lo dicho, pidan disculpas por tan graves acusaciones infundadas o al menos eliminen sus publicaciones al respecto.
Se está mejor tapado en el burladero a la espera de otra oportunidad, como buenos taurinos.

Ahora también hemos demostrado que ni en la batalla de las calumnias somos mejores que ellos.

Lo nuestro es el victimismo y no el activismo, y eso es un gravísimo problema.

"Nada corre tanto como la calumnia. Nada se lanza con más facilidad, se acoge con más presteza y se difunde tan ampliamente"(Cicerón).



Alberto CH - @alberto_chps



domingo, 17 de enero de 2016

CERRANDO SU ÚLTIMA HERIDA

Ya sanaron aquellas terribles heridas. Las del mentón, la lengua, y todo lo que aquel maldito pitón fue encontrando en su camino hasta topar con la base del cráneo.
Heridas de guerra, que les llaman, y durante muchas horas, algunos temieron que éstas fueran de guerra perdida.

Ya sanaron aquellas terribles heridas. Aquellas que el pasado 16 de agosto produjo ese toro de Orive a Jiménez Fortes en la salmantina plaza de Vitigudino, y que casi le arranca la vida de un plumazo.

Cinco meses después, Saúl tenía que cerrar para siempre la que posiblemente sea la herida más difícil de sanar, la psicológica. Y qué mejor forma de hacerlo que encerrarse en la misma plaza, con toros de la misma ganadería, y enfundado en el mismo traje de héroe.
Desafiándose a sí mismo, a sus miedos y a los fantasmas de un pasado aún muy reciente, Fortes puso punto y final a la que seguramente haya sido la historia más dramática de su vida personal y profesional.

Ayer sábado, sólo existían 3 protagonistas 3 para lograr tal hazaña: el toro, el torero y la plaza, esta vez vacía y en silencio.
Una hazaña con la que pareció decirle al hermano del que pudo ser su verdugo que no le guarda ningún rencor, ni le iba a tener más miedo del que siempre le haya podido tener.
A la plaza, la misma en la que hace poco tiempo derramó y se tragó su propia sangre, parecía decirle que si algún día volvía a pisar su arena, no será vendiendo su vuelta tras rozar la mismísima muerte. Volverá (si vuelve) tras vencer la batalla en el ruedo, tras ser él quien saliera victorioso del sacro rito del toreo.
A él mismo no imagino lo que pudo decirse. No sé lo que puede sentir un hombre mientras se juega la vida enfrentándose a sí mismo para salir reafirmado, seguro y preparado al cien por cien para afrontar la inminente reanudación de su prometedora carrera profesional.

Cuentan que el primero de los dos toros fue noble y colaborador, y que el segundo salió brusco y complicándole mucho las cosas. Pero, qué más da. Para mí, en este caso, el qué es mucho más importante que el cómo.

"Era volver a comenzar donde lo dejé", contaba Saúl a la prensa con la humildad y el sosiego que le caracterizan, recordándome al gran Fray Luis de León y su mítica frase "como decíamos ayer" con la que comenzó su clase ante los alumnos de la Universidad de Salamanca, tras haber pasado encarcelado cinco años por la Inquisición. Ambos borrando traumas, superando baches y mirando hacia delante tras un increíble ejercicio de reflexión, valentía y autosuperación.

Ayer, un hombre le demostró a su propio destino que él es quien decide y que está preparado para lo que quiera traerle, para disfrutarlo y para sufrirlo.
Ayer, un hombre terminó de poner orden en su toreo y en su mente.
Ayer, un hombre volvió a darnos a todos una lección de pundonor, de cabeza y de cojones.

Si existe la justicia, dentro de muchos años alguien escribirá lo que ayer hizo un TORERO, y lo hará hablando de él como uno de los figurones del toreo del siglo XXI.


Fortes cerrando la última de sus heridas.
(Foto: EFE)


Suerte, Saúl. Suerte, TORERO.

Alberto CH - @alberto_chps



domingo, 25 de octubre de 2015

EL TOREO ES AHORA

Ahora que está de moda denostar lo que la mayoría aclama para dejar bien claro que somos políticamente incorrectos, y que ir a contracorriente nos hace ser (o parecer) diferentes e interesantes.
Ahora que está bien visto pitar lo que el resto del mundo, de ese mundo nuestro hecho de duro cemento numerado, aplaude con fervor.
Ahora que esa épica vacía, preparada y superficial se vende y se compra a precio de oro.
Ahora que se jalea que un aprendiz le reste protagonismo a un maestro de forma premeditada y casi ruin en la primera plaza de toros del mundo.
Ahora que el futuro viene impuesto por los cuatro mangantes magnates de siempre, y no por la calidad de los toreros ni los verdaderos gustos del aficionado.
Ahora que es tan fácil querer bajar de un plumazo de los altares al infierno a un hombre que apostó tan alto como ninguno y perdió. (Después, seguiremos pidiendo apuestas y retos).
Ahora que los del otro lado han conseguido meternos en una guerra y entretenernos en ella, y que aun siendo más, estamos siendo derrotados por tener menos y peores armas y capitanes.
Ahora que políticos de pueblo con rodilleras se atreven a tratar de prohibir una parte indispensable del patrimonio artístico, cultural e histórico de nuestro país y de sus ciudadanos.
Ahora que se valora más la preocupación por el "bienestar" de los animales que por el de nuestro propio vecino de escalera.
Ahora que cualquier aficionado o aficionadillo con estómago agradecido y poca dignidad se hace llamar crítico o fotógrafo taurino mientras son "contratados" por diversos medios especializados.
Ahora que en la prensa ya no manda la verdad sino los intereses de los patrocinadores.
Ahora que es más fácil criticar a la autoridad de una plaza que la mala colocación de una estocada.
Ahora que se impone que el triunfalismo debe de estar por encima de la objetividad y de la propia realidad.


Quizá ahora sean tiempos difíciles para entender esto de la tauromaquia, y fáciles para replantearse el porqué de esta afición.

Pero ahora, justo ahora, llegan toreros "modestos" como Paco Ureña, Fortes, Rafaelillo o Diego Urdiales para recordarnos que el toreo es pura verdad, dureza, emoción, y una constante lucha por la supervivencia. También nos han recordado que los despojos a modo de trofeo se acaban pudriendo, mientras que las faenas caras y entregadas perduran en la memoria y los corazones durante siglos. Que la verdad, la verdadera verdad -permítanme tanta redundancia- transmite más que el triunfalismo. Que en el toro, la admiración y los contratos se ganan tarde tras tarde. Que habiendo materia prima y actitud inquebrantable, la esperanza de llegar arriba, de ser valorado y requerido por la afición y empresas, nunca puede perderse.

Ahora, finalizada la temporada, es hora de hacer balance, cada uno el suyo.
Yo, como aficionado, me quedo como siempre con lo positivo, y es que pese a tanto pelele vestido de luces, tanta afición incongruente, tanta injusticia en los despachos, tanto infiltrado que avanza más rápido de rodillas que de pie, tanto pirata y tanta miseria, el toreo, el que yo entiendo como tal, está vivo, y mucho.

Fortes contra viento y marea. (Foto: El Mundo)

Paco Ureña roto de emoción durante su magistral tarde en Madrid

Rafaelillo tras una memorable faena a uno de Miura

Diego Urdiales tras cuajar la faena de su vida en Bilbao (Foto: EFE)


Y todo por entender que lo importante es el ahora, y no vivir de las rentas del pasado ni de un futuro asegurado actuando como cromos que se intercambian en los despachos de esos mangantes magnates y dueños de la tauromaquia.

El toreo es el arte más efímero de cuantos existen. El toreo es ahora.

Alberto CH - @alberto_chps

lunes, 10 de agosto de 2015

LA VIOLENCIA NO ES EL CAMINO

Tras vivir en el día de ayer los incidentes acontecidos en la plaza de toros de Marbella, me doy cuenta de que no sólo los antitaurinos sesgan y manipulan la información en pro de su negocio y de su cuento.
También lo hace la prensa taurina, y de forma más flagrante aún, los portales de internet, esos que están mantenidos por los toreros a los que defienden incluso en situaciones indefendibles.

Esto es lo que verdaderamente ocurrió:

Tras la muerte del tercero de la tarde, al que Talavante le cortó una oreja, saltaron al ruedo dos conocidos antitaurinos: el holandés Peter Janssen y el gaditano Pedro Torres.
Nada más saltar, dos integrantes de la cuadrilla de Morante de la Puebla fueron tras el gaditano, aparentemente para interceptar su intento de alteración del orden público, pero no les bastó con eso. Una vez le tenían sujeto, la emprendieron a puñetazos con él, algo que se está obviando en todas las publicaciones que he leído hasta ahora.

Paralelamente, y justo en la otra punta de la plaza, la policía ya tenía detenido al holandés, y mientras le sacaban de la plaza, un miembro del equipo del diestro de La Puebla le agredió, motivo por el que el delegado de la autoridad y la policía trataron de sancionarle y sacarle de la plaza (como bien dicta tanto el Reglamento de Espectáculos Taurinos como la legislación penal).
En ese momento, su jefe de filas (acompañado por su apoderado) se fueron como locos a evitarlo, increpando a las autoridades, incluso llegando a forcejear seriamente con el delegado y la policía en varias ocasiones. La refriega duró varios minutos.

Finalmente, y tras estos penosos hechos, la autoridad decidió proponer para sanción por un lado a los antitaurinos que asaltaron el ruedo, y por otro a los miembros de la cuadrilla de Morante que agredieron a los primeros, hecho que causó aún más rabia en el diestro.

Tras cuajar una gran faena en el quinto toro de la tarde y segundo de su lote, el de La Puebla quiso dejar claro su descontento lanzando la muleta con desprecio y negándose a matar al toro, mientras le hacía gestos al presidente del festejo indicándole que diera ya los tres avisos, que no iba a matar al toro, por voluntad propia (hecho que suponía otra sanción).
El buen astado de la ganadería de Benjumea permaneció varios minutos a solas en el ruedo, hasta que a Talavante se le ocurrió salir a lancearlo de capote antes de que sonaran los tres avisos, para después llevarlo hacia la zona de chiqueros, una vez que sonó el tercer y definitivo clarinazo.

Al finalizar la corrida, tanto Francisco Rivera como Talavante tenían el derecho de salir por la puerta grande del coso marbellí, tras haber cortado ambos una oreja a cada toro de su lote, pero decidieron no hacerlo y salir a pie por la puerta de cuadrillas junto a su compañero Morante de la Puebla, en señal de solidaridad.

No seré yo quien defienda jamás los ataques antitaurinos, pero tampoco seré quien tape el vergonzoso espectáculo que protagonizaron unos señores vestidos de toreros, mientras los medios de "información taurina" cambian la versión de los hechos a su conveniencia y engañan a la afición.

Es tan triste como patético tener que ver a toreros golpeando a un tío (sea antitaurino o no) como si fueran matones de discoteca, delante de miles de personas, entre ellas muchos niños, como no es menos triste y menos patético ver a un figurón del toreo como Morante de la Puebla seriamente enzarzado contra la autoridad, para después decidir no matar a un toro (acción por la cual se le había pagado su jugoso salario) supuestamente en protesta por una acción que él mismo, en parte, había provocado.

Ahora todos los portales, y en consecuencia gran parte de la afición, le echan la culpa a la policía y a la autoridad de la plaza, por no actuar de la forma adecuada, dicen.
En primer lugar, si la policía hubiera actuado de la forma adecuada, habrían sido mucho más contundentes con el diestro sevillano y con su cuadrilla, ya que con la ley en la mano, los hechos que provocaron, eran más que suficientes no sólo para sancionarles, sino para, como mínimo, impedirles continuar en la plaza de toros ejerciendo su profesión.


Repito que no seré yo quien defienda a los antitaurinos ni a sus ilícitas acciones que intentan coartar nuestra libertad, pero obviando la verdad no vamos a acabar con esta lacra, además de hacer un flaco favor a la imagen del toreo y de todos los taurinos.

Hay muchas formas de defender lo nuestro, y ninguna de ellas pasa por la violencia. Si estas figuras y sobre todo sus apoderados-empresarios tuvieran los mismos arrestos para defender lo suyo como hay que hacerlo (con los mejores equipos jurídicos y de comunicación y marketing), otro gallo cantaría.

Leo y oigo a mucha gente defendiendo a los toreros por lo ocurrido. Pues aun a riesgo de ser criticado y de tener que oír cien veces eso de ¿pero tú de qué lado estás? (al fin y al cabo, cada uno cree sólo lo que quiere creer, se le explique lo que se le explique), yo digo alto y claro que si la forma de defender lo nuestro es haciendo uso de la violencia (además innecesaria y pública), yo me quito de esto, y me quito hoy mismo.

Todo mi apoyo a las hoy denostadas autoridades que ayer actuaron en el coso de Marbella, sólo hace falta echar un vistazo a la ley para ver que hicieron una intervención ejemplar, y que demasiado pacientes fueron con Morante y los suyos.
No son ellos sino los políticos los que deben cambiar la ley para que el castigo a los antitaurinos que cometen este tipo de actos sea más contundente.

Los cojones, en la cara del toro. Y para defender esto, rigor, lucha, unión e inversión.

Alberto CH - @alberto_chps



martes, 4 de agosto de 2015

VÉNDEME ESTE BOLI

Eso era todo lo que necesitaba decir el mítico corredor de bolsa de los años noventa Jordan Belfort (cuya vida fue llevada magistralmente al cine por Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio) para saber si un aspirante a trabajar en su multimillonaria empresa era o no apto para el puesto.
Véndeme este boli. Qué frase tan corta y aparentemente sencilla. Pues pocos, muy pocos, eran capaces de responder de forma convincente y de venderle ese boli a aquel excéntrico ricachón.
Jordan es muy consciente de que en la vida, por muy bueno que sea algo, si no se sabe vender a la sociedad, no tiene ningún valor y está destinado a desaparecer.

Nosotros, simples mundanos, tenemos un patrimonio histórico, artístico y cultural incomensurable que estamos dejando perder precisamente por no saber -o no querer- venderlo. Evidentemente, hablo de la tauromaquia, un bolígrafo de oro, heredado de generación en generación, por lo menos, desde el año 815 (fecha en la que la mayoría de historiadores sitúan al primer espectáculo puramente taurino formalizado).

No puedo evitar preguntarme por qué el toreo es tan difícil de vender y de comprar en la actualidad, y la respuesta es sencilla: porque los encargados de venderlo, algunos no saben y otros no quieren hacerlo. Tenemos argumentos de sobra pero no se muestran, no se hacen llegar a la gente. En definitiva, no se venden.

También me pregunto quienes son los encargados de vender este sagrado bolígrafo de cara a la sociedad, y no me cabe ninguna duda de que éstos no son ni los toreros, ni los ganaderos ni por supuesto los aficionados. Los únicos que pueden -y sobre todo deben- defender esto y convertirlo de nuevo en algo tan normal como necesario en nuestra vida, son sus dueños. Sí, ya sé que el toreo es del pueblo y para el pueblo, pero nos guste o no, tiene dueños, y no son otros que los que se lucran de él.
Hablo de los grandes empresarios taurinos, esos que explotan a toreros, asfixian a ganaderos e ignoran al aficionado. Esos que sólo están dispuestos a recibir y nunca a soltar pasta ni invertir en el futuro de su negocio. Total, qué más da. A esto le quedará tres días, pero en esos tres días nos vamos a llevar hasta los restos.

Existe otro boli, éste de plástico malo y que ni siquiera va cargado de tinta. Es el boli del antitaurinismo. Un boli que, sin embargo, se está vendiendo muy bien, y no precisamente por su calidad, sino por quienes y cómo lo están vendiendo.
Son poca gente que saben cómo hacer para parecer muchos, que conocen las técnicas de venta a la sociedad y los métodos de presión a los políticos. Gente respaldada por diversas organizaciones internacionales que persiguen su mismo fin, no por motivos morales, pues en sus países ni tan siquiera existe el toreo, sino movidos únicamente por el ánimo de lucro.

Para muchos de nosotros es ya un secreto a voces que este rollo animalista de los antitaurinos profesionales no es más que un negocio, cada vez más extendido y cada día más aceptado y apoyado por más personas que se tragan su discurso y que desconocen sus verdaderos fines.
Pero al fin y al cabo, no lo hacen mal. Tienen un negocio (por muy sucio que sea) y lo saben vender, mover y publicitar, siendo pocos y sin demasiados medios. Como buenos comerciantes, invierten dinero para acabar recogiendo más, saben encontrar financiación para su defensa y publicidad, y hasta crean partidos políticos para tener más fuerza dentro de las administraciones públicas.
También saben cómo convencer -o comprar- a los medios de comunicación (la fuente más poderosa de adoctrinamiento de masas) para que diseminen su mensaje -a veces de forma subliminal y otras de forma descarada- a diestro y siniestro.

¿Y qué hacemos nosotros? Nosotros nos reímos de los antitaurinos, o lo intentamos, con comentarios jocosos o fotos en internet, sin pararnos a pensar que son ellos los que se ríen de nosotros en silencio mientras ven como se van cerrando plazas de toros y como se van reduciendo festejos a pasos agigantados.

Esos peces gordos del toreo que deberían llevar años defendiéndolo y sobre todo vendiéndolo, se dedican a seguir con sus tejemanejes empresariales, como si nada de esto estuviera pasando, como si no se estuviera atacando a la tauromaquia, a su negocio.

Se me ocurren pocas cosas tan fáciles de vender como el toreo, un bolígrafo de la más alta calidad, cargado de verdad, emoción e historia, y que deja en el papel un trazo inigualable. Un boli capaz de hacer sentir al que con él escribe como si fuera el mismísimo Gabriel García Márquez, y algo que la sociedad lleva comprando compulsivamente desde hace cientos de años. Pues ni aun así son capaces de hacerlo, algunos por incompetencia y otros directamente por absoluta y vergonzosa dejadez. Una dejadez maliciosa, con premeditación y alevosía. Una dejadez insultante para los muchos millones de aficionados que les hacemos ricos.
Tienen los argumentos, tienen la forma y tienen los medios, muchos más que los del otro bando, pero ya sabemos que su misión es la de ganar y nunca la de invertir, gastar o arriesgarse a perder.

Todo esto ha propiciado la aparición de falsos gurús que intentan convencernos de que ellos son los elegidos para salvar la tauromaquia. Y lo hacen pidiendo la unión de los aficionados (como si no hiciéramos bastante sacando adelante este negocio sin ser escuchados ni respetados) y denunciando que los animalistas son financiados desde el extranjero -de forma lícita- y que están organizados para su causa. ¿Y si en lugar de denunciar esas cosas, instáramos al sector taurino a copiarlas?

Toreros, a torear (los que puedan). Ganaderos, a criar toros de lidia (los que les dejen). Aficionados, a llenar las plazas (los que puedan y quieran, cada vez menos). Empresarios, peces gordos, dueños del toreo... dejen de mirar para otro lado y de echarle la culpa de todo a la política, y pónganse ya a trabajar para defender su feudo y promocionar su negocio, y si no son capaces de hacerlo, paguen a los mejores para que lo hagan. Inviertan en su propio futuro y no dejen en la estacada a sus clientes que, dicho sea de paso, viven esto con mucha más pasión que ustedes mismos.
¡Vendan el maldito boli!

VÉNDEME ESTE BOLI

Alberto CH - @alberto_chps




domingo, 14 de junio de 2015

UN PERRO LLAMADO "TAUROMAQUIA"

Había una vez un perro llamado "Tauromaquia". Un perro grande, bello, imponente y de pelo lustroso. Un perro admirado por la mayoría de las gentes del pueblo, quienes estaban encantados de poder verlo de cerca, acariciarlo, sentir su grandeza y poder presumir de él.
Sus dueños le alimentaban bien, le acicalaban con mimo, le respetaban y le sacaban a pasear varias veces al día para que todo el mundo pudiera disfrutar de su bella estampa.
Los niños del pueblo corrían cada tarde para poder ver a "Tauromaquia". Sus dueños les dejaban acercarse a él. Al fin y al cabo, esos pequeños eran el futuro de la manuntención de su animal.

Poco a poco, ese perro fue perdiendo el respeto de sus amos. Cada vez le sacaban menos y le alimentaban peor. En consecuencia, los vecinos ya no podían salir tanto a la calle como antes a darle sus caricias y a regalarle su hueso de jamón. Los niños empezaron a perder el interés en el perro y empezaron a correr tras una pelota mientras soñaban que algún día serían futbolistas.

"Tauromaquia" pronto empezó a decaer. El que antaño fuera el más bello de todos los perros, parecía un animal enfermo, escuálido, desatendido e indefenso.
Sus propios dueños se habían convertido en sus pulgas, garrapatas y demás parásitos perrunos. Parásitos con nombres y apellidos, parásitos con traje y corbata. Parásitos que llevaban ya muchos años chupando hasta la última gota de sangre del pobre "Tauromaquia" con el único fin de ser cada vez más poderosos a costa de su propio animal, ése del que dependía su futuro y el de sus generaciones venideras y que a tanta gente emocionaba.
Pero la misión de los parásitos es la de chupar sangre como si no hubiese un mañana, sin preocuparse lo más mínimo ni por el futuro de su cánido huésped ni por los muchos vecinos que le admiraban y le sostenían.

Rápidamente llegaron esos cobardes que adoctrinan a masas atacando sin pudor a ese animal al que ya nadie defendía, a "Tauromaquia", llegando a calar su mensaje en buena parte del tan moderno como ignorante pueblo.
Sus amos ya eran sus parásitos, y de los cada vez menos admiradores que iba teniendo el pobre perro, sólo un puñado eran capaces de defenderlo, sin demasiado efecto, pero con mucha valentía.

Y así hemos llegado hasta el día de hoy. "Tauromaquia" es ya un perro vulnerable y está herido de gravedad.
Sus costras, su delgadez, su aspecto famélico y su suciedad es producto de largos años soportando sobre su dura piel tantos parásitos que se reproducían con gran facilidad y de forma vertiginosa.

Esos cobardes que le atacan en nombre del animalismo, jamás se habrían atrevido a hacerlo cuando "Tauromaquia" era aquel perro grande e imponente que todo el pueblo admiraba y veneraba, y cuyos amos le defendían con uñas y dientes.




De repente, irrumpe con fuerza en la política local y autonómica la izquierda.
Una izquierda históricamente ligada a ése que fue un gran perro, aunque muchos quieran negarlo ahora.
A día de hoy, una buena parte de los electores de esa izquierda se muestra contraria al ya demacrado y consumido "Tauromaquia" y los políticos electos lo tienen realmente fácil para acabar con ese indefenso chucho que aún seguimos admirando muchos.
No lo hacen por principios, ni por moral, ni por una cuestión de ecologismo ni animalismo. Lo hacen simplemente para contentar a su electorado.
Les basta una simple patadita para rematar a ése que ya habían matado los mismos que estaban llamados a defenderlo pero se dedicaron a explotarlo y sacarle hasta la última gota de su sangre para llenar sus estómagos y sus carteras.

Es evidente que es una canallada intentar acabar a golpe de decreto con algo que mueve y conmueve a muchos millones de personas en todo el mundo. Es inmoral, indigno y propio de dictaduras.

Pero, yo me pregunto: ¿Quienes son más culpables? ¿Los que llevan matando cruel y lentamente a su perro desde hace más de cuarenta años por sus propios intereses o los políticos que para complacer a buena parte de sus electores tan sólo tienen que rematar lo que ya han matado sus propios amos?

Me resulta curioso lo fácil que es evadir responsabilidades y echar la culpa de todo a esos que llaman "perroflautas" cuando ellos mismos les han servido en bandeja de plata la cabeza de su can a base de inoperancia, pasividad, egoísmo, vanidad, avaricia e incompetencia.

Como me dijo ayer un tipo al que admiro mucho: Qué pena, con la verdad que esto tiene y que muera de mentiras...

Alberto CH - @alberto_chps


viernes, 15 de mayo de 2015

JIMÉNEZ FORTES, PALABRAS MAYORES

Palabras mayores las que nos dedicó en la tarde de ayer Saúl Jiménez Fortes, hombre de Málaga, torero de Salamanca.
Palabras mayores fueron las que pronunció dedicando su actuación a David Mora, su compañero de cartel en la corrida de los tres heridos aquel 20 de Mayo de hace casi un año en esa misma plaza, cuando un cinqueño de El Ventorrillo salía como un tren por la puerta de chiqueros para partirle la femoral mientras el madrileño intentaba sortearlo a portagayola. Y allí, en el mismo lugar de aquella desgracia se plantó dos veces Fortes, rodillas en tierra, para "espantar a los fantasmas del pasado". Palabras de Saúl, palabras mayores.

Fue el sexto de la tarde, un tráiler de 640 kilos, el encargado de hacernos pasar un trago de los gordos. Un cabrón (con el peso de siete cabrones) que tan sólo humilló una vez y fue para armarse de puntería y atravesar con su pitón izquierdo el cuello de Saúl de lado a lado cuando, tras una desafortunada voltereta, le dejó sobre el albero boca arriba y a su merced.
Ese maldito pitón era de Droguero, de Salvador Domecq, una bestia que quiso presentarle a Fortes a la mismísima Parca. Durante unos inciertos y larguísimos segundos, todos la vimos. Plantada allí mismo, con su guadaña. Todos menos el torero, que despreciando su presencia, se echó la mano a la herida, se puso en pie y fue llevado a la enfermería para decirle a don Máximo García Padrós -ángel de la guarda de los toreros- mientras se tragaba su propia sangre: "doctor, écheme unos puntos que salgo a torear". Palabras mayores.
Algunos dirán que es inconsciencia, otros que la adrenalina del momento, pero no. Eso tiene nombre y se llama vergüenza torera. La misma vergüenza torera que ya había demostrado en el primero de su lote, el que hacía tercero de la tarde y al que le arrancó una oreja a base de valor, verdad y actitud.

Si en el sexto toro nos recordó a todos los aficionados la fragilidad de la vida y la grandeza y la absoluta verdad del toreo, en el tercero ya nos había recordado otra cosa fundamental: en esto del toro no todo es teoría y dogma. Que si pata pa' alante, que si pata pa' atrás, que si pico, que si colocación, que si de frente, que si de perfil... Allí se plantó Jiménez Fortes, tragando viento, en esos terrenos donde el que manda, coge y mata es el de las patas negras, o en este caso castañas, para sacarle unas tandas, tan lejos de la "perfección" para esos teóricos del toreo como cerca de la verdad, el valor, el compromiso y la demostración de querer ser figura del toreo, a cualquier precio.
Oreja de ley a sus cojones, a su actitud y a su forma de entender esto. El toreo, al fin y al cabo, son sensaciones y sentimientos y no tiene manual de instrucciones.

Mucho se habla del capotillo de San Fermín, ese que tantas veces ha salvado a corredores y toreros en las sagradas fiestas de Pamplona, pero ayer fue San Isidro el que echó un capotazo, y de los gordos. Ese grueso pitón pasó por todo el gaznate de Saúl sin romper la carótida, la yugular, la tráquea ni las delicadas vértebras cervicales. Un pitón que pareció estar milimétricamente guiado por el santo Patrón de todos los madrileños y agricultores quizás para que hoy, su gran día, todos nos acordemos un poco más de él.

Del día de ayer me quedo con esos valores que vino a demostrarnos y a recordarnos un TORERO que es imparable y que va para figura: Compañerismo, sensibilidad, compromiso, valor, actitud y vergüenza torera. Palabras mayores.


Foto: Álvaro Marcos para Las Ventas

#FuerzaJiménezFortes


Alberto CH - @alberto_chps