La reflexión es lo único que se puede aportar a aquello sobre lo que ya está todo escrito.
Aquí se habla de toros y de la vida, como en las viejas tabernas.

lunes, 24 de noviembre de 2014

TEMPORADA ¿QUÉ?

Grande. Temporada Grande se llama ese mítico ciclo de “corridas de toros” que cada invierno concurren en el coso de Insurgentes.
Y el nombre no está mal puesto del todo: la plaza es grande (inmensa), también lo es la puesta en escena de aquel espectáculo, el nombre de muchas figuras que en él participan, la difusión que se le da a nivel nacional e internacional. Grande es la ilusión de muchos aficionados que pisan los tendidos de La México para presenciar aquello. Pero sobre todo, grandes son los beneficios económicos que esa temporada deja en las arcas de la empresa y en las de muchos de sus toreros actuantes.

Allí todo es grande menos el verdadero protagonista, el que da nombre a esta sagrada Fiesta y ése que es o debería ser el centro de atención de todo buen aficionado que se precie, el toro.
Y no hablo de kilos, ni tan siquiera de tamaño (aunque también podría), hablo de edad, de presencia, de seriedad, de eso que llaman trapío y que tan difícil es encontrar por las plazas de nuestro país hermano. Hablo de integridad, de casta, de bravura, de fuerza, de fondo. Hablo de lo que a todos evoca en nuestra mente cuando se nombra a un toro bravo.

Cada vez que se abre la puerta de chiqueros de la plaza capitalina, no sólo sale un toro (o como ustedes quieran llamar a aquel animal) por lo general excesivamente terciado, cornicorto (o mejor dicho cornicortado), manso y con las fuerzas justas para mantenerse en pie; también sale, o se escapa, afición a chorreones. Afición e ilusión de muchos que fueron a ver una corrida de toros y se encuentran con aquel despropósito.
Salvo pocas excepciones, ya sabemos lo que allí ocurrirá: “toro” distraído de salida, rehuyendo de todo engaño y cuyo paso por el caballo es puro trámite, embistiendo a la franela (con suerte) con lentitud y desgana pavorosas mientras lucha por no doblar las manos.

Algunos me dirán el maldito y manido tópico: es que el toro de México es así. No, así no es el toro de México. Así es el “toro” que empresarios, veedores, toreros y ganaderos deciden sacar a la palestra en el país azteca con el consentimiento de las autoridades y de ese público que, cada vez menos, puebla aquellos tendidos y que en definitiva es quien financia aquella farsa (hagamos un poco de autocrítica y asumamos nuestra parte de responsabilidad).
Es muy difícil torear tan despacio y tiene mucho más mérito del que le dais, me dirán otros. Entiendo la dificultad y el peligro de pegar pases a un bicho que te pasa por los muslos al ralentí, pero no olvidemos que en este caso ese ritmo no lo marca el torero, sino el toro (por su flojeza, principalmente), y a mí no es algo que me emocione ni me cause una sensación de riesgo, factor fundamental para que esto que llamamos “Fiesta de los toros” tenga algún sentido. También respeto a todo aquel que se pone delante, pero oigan, ustedes tienen bagaje, técnica, valor y talento como para ponerse con algo mucho más serio e importante. Tengan también la dignidad de exigirlo.

No sé muy bien en qué momento de la historia aquello pasó de ser la plaza de TOROS más grande del mundo a ser el circo o lugar de celebración de espectáculos banales más grande del planeta.
Me pregunto qué legado dejaron en México toreros como Rodolfo Gaona, Pepe Ortiz, David Liceaga, Fermín Espinosa “Armillita” (el de verdad), Lorenzo Garza, Luis Castro “El Soldado”, Silverio Pérez, Luis Procuna, Alfonso Ramírez “Calesero” o más recientemente David Silveti. Tanto valor, tanta verdad, tanta sangre… ¿para esto?


Noviembre de 1944. Plaza "El Toreo" (México D.F.)



Este año me juré a mí mismo no ver, oir ni leer nada sobre lo que acontecía en esa llamada Temporada Grande, y a ser posible de ninguna otra plaza de México (ya ni aquel reducto de trapío y casta que significaba la plaza de Nuevo Progreso, en Guadalajara, me interesa); y es justo cuando Canal Plus Toros decide (creo que acertadamente) comprar los derechos de retransmisión y conectar cada domingo con Unicable para ofrecernos aquellas “corridas” también en España, y al final este veneno que corre por nuestras venas y que llamamos afición me hace trasnochar para verlo. La que me has liado, Hugo Costa.
Y lo que veo es toda esa farándula antes contada mientras oigo a un tal Murrieta narrando todo aquello de una forma un tanto penosa. Jamás había escuchado a alguien hablar tantísimo sin decir absolutamente nada, tapando descaradamente los más que evidentes defectos de los bovinos y de muchos de los toreros actuantes. Le acompañan entre otros una tal Carolina Morán (cuyo principal mérito es haber sido Miss no sé qué) haciendo extrañas entrevistas totalmente vacías de interés y despidiendo cada conexión diciendo adiós con la manita a modo de quinceañera, curioso, aunque actitud muy acorde con ese espectáculo de todo menos serio allí montado para despedir cada semana.

Hace dos domingos asistió a la “corrida” Martín acompañado de tres amigos para disfrutar de la tarde de toros porque, según ellos, a los toros se va a divertirse y a pasárselo bien. Allí estaban en su segunda fila de la barrera de sombra disfrutando de sus cervezas, sus aperitivos y sus chistes, dispuestos a increpar a todo aquel que se le ocurriera criticar cualquier cosa que aconteciera en la arena. Que aquí se viene a disfrutar, hombre.
Justo frente a ellos estaba José Luis, mucho más arriba, en el segundo tendido de sol porque tras haber hecho más de 700 kilómetros para cumplir su sueño y asistir a una corrida en la que creía que era la plaza más importante de América, no le quedaban muchos pesos para su boleto.

Inicia el paseíllo y ese famoso y rotundo OLÉ retumba en cada rincón de La México. A Martín y sus amigos se les pone la piel chinita como dicen por aquellos lares y brindan entusiasmados. A José Luis el OLÉ le pilló revisando atentamente el programa de mano y no le emocionó demasiado. En ese momento se sintió fuera de lugar ante tanta emoción. Le hicieron llegar a pensar que era un aficionado un tanto insensible.

Precisamente ese día es el único en el que he visto a alguien intentar torear de verdad, pegar algún natural desde el sitio, algo que se agradece entre tanto populismo y tanto abuso de poder por parte de los toreros hacia los “toros”. Y digo intentar porque lo que le pusieron delante no servía ni para carne. Hablo de Fermín Rivera, un joven al que dicen que no dan muchas oportunidades, y cuando se las dan no le echan algo digno y decente ante lo que demostrar su buen concepto, su personalidad y su seriedad. No sé, eso dicen…
Aquella tarde acabó con el indulto de un toro de Villa Carmela por parte de Juan José Padilla tras una faena en la que el animal se movió mucho (aunque de forma extraña y descompuesta) y demostró cierta nobleza pero sin verdadera entrega y ni una sola gota de casta ni bravura. Para colmo, se trataba de un toro de regalo, que esa es otra, la dichosa manía de intentar comprar el triunfo cuando no lo han conseguido ya en su lote correspondiente y ordinario.
 Para mí Padilla estuvo simplemente en Padilla, como aquel al que llamaban “El ciclón de Jerez” y basaba sus faenas en valor, ambición y espectáculo. Él no engañó a nadie, ese es su concepto y eso es lo que dio. Sin embargo, en ningún momento obligó al toro por abajo. Si unimos esto a que en el caballo (principal vara de medir la bravura) simplemente pasó por allí, sus vulgares condiciones y que era de regalo (ni siquiera tendría que haber salido al ruedo) nos topamos con un indulto vergonzoso en una plaza que un día tuvo prestigio.

Al final de la corrida Martín y sus amigos derramaban la cerveza de la alegría, habían vivido un momento histórico, todo era una inmensa fiesta, el más absoluto éxtasis.
Frente a ellos, José Luis lo que derramaba era una lágrima de ver como en la que le juraron que era la plaza más importante de América acababan de mandar al campo a un toro manso mientras el populacho jaleaba a un torero que cruzaba la plaza a hombros ondeando una bandera pirata.

De haber ido yo a la corrida (cosa muy improbable) seguramente me habría sentado junto a José Luis. Él no volverá nunca más, y yo por supuesto tampoco lo haría. Herrerías y su gente ya han perdido a otro aficionado y cliente (aunque poco les importa). Que tengan cuidado, que así, poquito a poquito, se acaba con esto.
Recomiendo lean el artículo de Jaime López (@ALCOBENDAS82) en el blog Banderillas Negras pinchando en este enlace: "La México camina hacia Barcelona"

Bienvenidos un año más a la Temporada Grande, pónganse cómodos, aplaudan mucho y, sobre todo, disfruten de esta fiesta que beneficia a todos menos a la verdadera afición a los TOROS.

Alberto CH - @alberto_chps




jueves, 20 de noviembre de 2014

FARISEOS

Mi vecino Andrés, un señor humilde, alegre y de gran corazón, fue un gran aficionado a los toros, de esos que quedan pocos. Digo fue, no porque se haya muerto, sino porque ya no lo es, o al menos, se resiste a seguir siéndolo.
Pasó toda su vida trabajando sin parar, de ñapa en ñapa, lo mismo te cambiaba una bajante, te arreglaba una lavadora, te levantaba un tabique o te hacía una estantería. Su sustento y el de toda su familia siempre dependió de sí mismo (eso que los modernos de ahora llaman ser freelance) y a su santa esposa y sus tres hijos nunca les faltó de nada, aunque para ello tuviera que echar dieciséis horas diarias de duro trabajo cuando la economía le apretaba contra las tablas.
Andrés Carrasco, se llama. De muy jovencito quiso ser torero, pero según cuenta, le faltaba talento (el valor se lo daba el hambre y la necesidad de ayudar económicamente a su familia). De vez en cuando echamos un ratito en su casa para hablar sobre la vida mientras tomamos un cafelito o lo que surja. Charlamos de fútbol, de la situación del país, de las nuevas tecnologías (ante las que también se resiste) y me cuenta chistes y anécdotas del pasado.
Yo no tengo padres o abuelos aficionados al toreo, soy un aprendiz de aficionado autodidacta, y por eso personas como Andrés me alimentan esa necesidad de escuchar sobre el pasado y el presente, sobre las sensaciones y el misterio de la tauromaquia.
Pero su actitud cambia radicalmente cuando sale el tema de los toros. Su mirada se torna triste y se le pone cara de melancolía. Hasta las arrugas de su piel parecen volverse más profundas y marcadas.
Andrés amaba la tauromaquia, tanto, que sólo se permitía coger vacaciones para dos cosas: llevar a su familia a un apartamento de Almuñécar unos días, y sobre todo, para poder ver toros. Tenía la costumbre de pedir un pequeño préstamo cada año a su sucursal bancaria de toda la vida para sacarse su abono en el 6 de la Malagueta, pasar tres o cuatro días en San Isidro y un fin de semana en la Feria del Toro de Pamplona.
A sus setentaytantos años llenos de experiencia y sabiduría aprendida en eso que llaman la universidad de la calle, me cuenta con resignación que esto ya no es lo que era. Que hace años que no pisa su plaza, ni ninguna otra, ni las volverá a pisar. Que no, que no quiere ver la farsa en la que se ha convertido el toreo, y que si se acaba pronto, le da exactamente igual. Su discurso pesimista y negativo me lo suelta mientras se le consume un cigarro tras otro en sus recias y curtidas manos, sin apenas darles una sola calada.
Me cuenta que ha visto a El Viti, a Camino, a Dámaso, a Ordóñez, a Curro (al que amaba y odiaba a partes iguales), a Ortega Cano... Que también ha visto, dice, como la variedad de encastes y ganaderías era algo lógico y habitual y que todos los toreros, por muy figuras que fueran, debían torear de todo, aunque fuera a regañadientes. Dice haberse emocionado con patasblancas, marqueses, condes de la corte, albaserradas, y también con los ahora sobreexplotados de Núñez y Domecq.
Alberto, de ahora sólo me interesan dos, José Tomás y Diego Urdiales, pero uno no quiere torear y al otro no le dejan, me cuenta mientras apaga contra el cenicero los últimos restos de su Ducados consumido pero sin fumar.
Andrés asegura que él nunca se fue de las plazas, que a él le echaron de ellas. Le cuesta digerir la Fiesta actual, qué le vamos a hacer.

Pero no nos engañemos, Andrés Carrasco ya no interesa como cliente a esos fariseos de los que depende el toreo. Ahora interesan los Cayetanos, Borjas, Kikes, Nachos y Sonsoles (Sonso para los amigos) que pasan gustosos por la taquilla y se dejan las manos aplaudiendo todo lo que acontece en la plaza, no se sabe muy bien si porque les gusta lo que ven o por calentárselas tras sostener tanto rato un frío gintonic entre ellas. ¿Pero Andrés? ¿un tío que viene aquí a protestar y a exigir sabiendo lo que se dice? No hombre, no.

Debo decir que no me gusta escribir sobre la parte fea de la Fiesta, sobre esa cara B que pocos quieren oir, pero nos lo ponen en bandeja de plata y de vez en cuando también hay que hacerlo, por si cambiamos las cosas, o algo… (pobre iluso).

Y es que el toreo está en manos de unos cuantos gañanes con dinero cuyo único trabajo consiste en confeccionar los mismos carteles año tras año, intentar regatear el caché a toreros (salvo a los suyos), precios a ganaderos, y apoderar a todo aquel que pueda darles beneficios y puedan intercambiar con sus colegas a modo de mercancías, como trueques de excedentes agrarios en el neolítico.
Y por si no fueran peligrosos ya por separado, crearon una asociación nacional para tener todavía más fuerza y hacerse con el monopolio definitivo de nuestra Fiesta.

Últimamente, tienen un nuevo cometido: llorar y predicar a los cuatro vientos que esto se acaba, que el toreo tiene los días contados, que pierden dinero a espuertas, que su negocio es una verdadera ruina. Y lo dicen sin ponerse tan siquiera un poquito coloraos. Como falsos profetas, como paganos infiltrados en el sagrado templo de la tauromaquia.
Todo esto se lo achacan (cito textualmente) a esta profunda crisis económica, unos costes inasumibles, los altos cánones y cargas fiscales (el 21% de IVA entre otras cosas) y aseguran que o todos hacen un esfuerzo o esto desaparece de forma inminente. Por supuesto, su incompetencia como empresarios nada tiene que ver con la situación, faltaría más.

Todas estas lindezas las sueltan sin tapujos, entre otros, uno que se autodenomina “productor de arte” que tiene participación directa en las plazas más rentables de España y Francia y apodera a toreros que no le dan pocos beneficios, la familia empresaria de la plaza más concurrida de España (entre otras muchas) y por supuesto también apoderados, los cuñadísimos que heredaron el negocio de gestionar la sagrada Maestranza de Caballería de Sevilla, que tan pronto mandan a un TORERO a Senegal, como meses después están dispuestos a pagar en lingotes de oro por pasearle en su albero en la próxima temporada (ahí queda eso). Y como aparición estrella, como premio revelación de fariseo, llega un tal Ángel Bernal, empresario de Murcia, diciendo que lleva 4 años 4 palmando mucha pasta pero que no se va. Olé. Acho, si estás perdiendo dinerico lárgate y que venga otro más capaz habrán pensado muchos murcianos con santa paciencia y afición (perdón por el tópico).
Todo esto lo dicen sin aportar pruebas, sin rendir cuentas para demostrar sus palabras, sin ni siquiera proporcionar datos a la prensa allí presente.




Pobrecitos, lo están pasando mal, los 300 caballos del motor de sus Mercedes ya no rugen a plena potencia, sus viajes idílicos a Asia y sus safaris se ven ligeramente reducidos…  Están perdiendo dinero, y como ellos están perdiendo dinero, el apocalipsis taurino se acerca… Hay que tener poca vergüenza.

Si yo monto una frutería y la gente deja de venir, sólo tengo dos opciones: o elijo mejor mi género, ajusto más los precios, cuido más al cliente e intento remontar; o directamente me convenzo de que no sirvo para esto y traspaso el negocio a alguien más capaz, a alguien que al menos sepa de fruta y de lo que quieren realmente los consumidores.

Otra cosa preocupante es que los antitaurinos profesionales, esos que ganan dinero por su cometido, publican las palabras de estos “señores” de forma literal, sin tener que aportar nada de su propia cosecha ni cambiar una sola coma para que sus fervientes seguidores entiendan aquello como un discurso antitaurino. Están dando argumentos (falsos) al enemigo que quiere acabar con esto que tanto amamos unos cuantos millones de locos, para hacerles aún más fuertes. Lo saben, pero les da exactamente igual. Llorar es su nuevo cometido y cumplen con él a rajatabla. Ojalá cumplieran también a rajatabla su obligación de someterse al reglamento taurino, pero eso es otro cantar…

Y para colmo, viene el músico, periodista y empresario Salvador Boix, aquel independiente que apoderó durante 7 temporadas (para mí, magistralmente) al torero más importante de las últimas dos décadas. Y viene a escribir un artículo diciendo que el problema del toreo no está donde dicen los fariseos, sino en la falta de pureza y verdad en la plaza y en la desaparición del misterio, eso que siempre fue protagonista y principal factor de atracción en una corrida de toros.
A Salvador se le “castiga” por sus incómodas verdades en uno de los portales taurinos más visitados de la red diciendo que habla en contra de la tauromaquia moderna dando una mala imagen de ella, y le “castiga” con un ridículo y brusco “BAJA” acompañado de una flechita hacia abajo dentro en un círculo rojo (eso creo que lo hacían las revistas Superpop y Cuore con los famosillos que se ponían gorditos o les salía celulitis). Ese es el nivel periodístico de los grandes portales.
Por cierto, una flechita hacia abajo le pongo yo al director de este mismo portal, quien escribe una novela de temática no taurina y pone en marcha toda la maquinaria del márketing taurino para promocionarla. Lo que viene siendo aprovecharse del mundo del toro para su propio beneficio en algo que nada tiene que ver con el toreo. Pero bueno, que nos vamos del tema…

Que alguien les diga a estos “señores” que perder dinero no es lo mismo que ganar menos de lo que a ellos les gustaría. Que alguien les diga que el máximo responsable de los males de una empresa, es justamente el empresario, que es quien debe saber solucionar sus problemas y sanear sus cuentas (aunque dudo mucho que las de esta gente estén por sanear). Que alguien les diga que si no llenan sus plazas no es por la crisis ni por el IVA, que prueben abrir carteles, innovar, darle alicientes al aficionado, cuidar y respetar a todo aquel que pase por sus taquillas, fomentar la afición y cumplir el reglamento. Que intenten atraernos con esos toreros y esos toros que realmente queremos ver. Que trabajen todo el año para evitar que cada temporada veamos los mismos carteles con los mismos toreros, los mismos toros y las mismas faenas, todo como hecho con un calco.
Y por favor, que alguien les diga que por detrás de ellos hay jóvenes con verdadera afición y capacidad para sacar esto adelante, dispuestos (ellos sí) a arriesgar todo su patrimonio por lo que de verdad creen. Que se hagan un favor a sí mismos y a la afición y les dejen paso.

Y es que como Andrés Carrasco hay muchos, y como esto siga así seguirá habiendo muchos más.
El aficionado no se va, le echan ustedes.



Alberto CH - @alberto_chps

viernes, 14 de noviembre de 2014

LAS CARTAS SOBRE LA MESA

Hace varias semanas la periodista Gloria Sánchez Grande dejaba caer en Twitter el rumor de que Iván Fandiño podría estar preparando algo grande para el comienzo de su temporada española 2015. También lo adelantaron el blog "Banderillas Negras" y el portal "Pureza y Emoción".
Ayer lo hacía público el diario ABC: El torero de Orduña se encerrará con seis toros de diferentes ganaderías de las llamadas duras, nada menos que en Las Ventas el Domingo de Ramos. Las ganaderías que se barajan son Partido de Resina, Palha, Victorino, Adolfo, Miura, Cuadri, Escolar o Baltasar Ibán.

Para ver la noticia completa pinche aquí:  ABC Iván Fandiño solo ante el peligro...




Esta gesta sin precedentes es toda una declaración de intenciones. Poner las cartas, sus cartas, sobre la mesa y responder de forma contundente a todos aquéllos que han dudado de él como torero tras la controvertida temporada de 2014.
Me resulta curioso tener que tildar de controvertida una temporada en la que ha abierto la puerta grande de Madrid, ha cortado cuatro orejas en la feria del toro de Pamplona y salió también a hombros en Mont de Marsan (entre otros muchos sitios) tras cortas tres apéndices a ejemplares de La Quinta acartelado junto a El Juli.
La controversia llega por el ganado lidiado en esta pasada temporada, predominando (quizá de forma excesiva) el encaste Domecq, en muchas ocasiones con compañeros de terna que poco o nada tienen que ver con su concepto. Y es que una parte de la afición le había colgado el sambenito de ser torero de las mal llamadas ganaderías duras, cuando en realidad siempre fue un torero todoterreno al que no olvidemos que lo de Domecq le ha dado buenos resultados.

La afición más purista le reclamaba una mayor variedad de encastes (y con razón), algo que siempre fue santo y seña en su concepto como torero, y eso es lo que dará, pero de forma vertiginosa para abrir temporada en el coso venteño.
Por criticar, han criticado (y mucho) hasta el hecho de no brindar al Rey ninguna de sus faenas en la corrida de Beneficencia de Madrid, donde compartió cartel con dos primerísimas figuras del toreo como son Juli y Talavante y se lidiaron ejemplares de Alcurrucén. Desconozco los verdaderos motivos por los que no lo hizo, y sinceramente, no me interesan lo más mínimo. Muchos ya inventaron que esos motivos fueron por su ideología. Es curioso, a los aficionados se nos llena la boca con la palabra libertad, pero después no respetamos la libertad ideológica o política del que se pone delante del de los rizos. Para lo que nos conviene decimos eso tan socorrido y cierto de que la política y los toros no tienen nada que ver, y resulta que muchos demostraron lo contrario. A mí, la única ideología de un torero que me interesa es la que demuestra en el albero delante de ese al que tiene que rendir cuentas para poder rendírselas también al aficionado.

Puedo entender la desilusión y crítica de algunos aficionados que se aferraron a él como a un oasis en un desierto de toreo banal, impuro y falto de verdad, y ahora ven como se acartela con algunos de esos toreros comodín que tan lejos están de su concepto y con los mismos toros del sota, caballo y rey de las figuras. Pero también sé que éste es diferente, quiero pensar que ésta ha debido ser una temporada similar a un campamento base, necesario para tomar oxígeno y seguir subiendo hasta el Everest, el pico más alto del mundo (y aun así haber abierto la puerta grande de Madrid y los logros antes mencionados...).

Iván Fandiño aterrizó en Guadalajara allá por 2002, tras haber debutado ya con picadores cerca de su tierra natal, para hacerse TORERO y llegar a lo más alto, cueste lo que cueste.
Yo le he visto hacer casi 700 kilómetros diarios para entrenar en el coso de Las Cruces y torear en las durísimas capeas de los pueblos alcarreños. Le he visto tragar chapa y talanquera innumerables veces. Le he visto matar lo que nadie quería matar.
Aquel joven que apareció como de la nada en la que fue mi tierra durante muchos años y extrañaba a los lugareños por su recio cuerpo y valor seco, empezó pronto a ser respetado y seguido por la zona.

Todo esto llegó de la mano de  quien confió en él de forma definitiva y quien también sabe de primera mano lo duro y difícil que es llegar a ser algo en este mundo tan exigente, elitista y, por qué no decirlo, manipulado. Hablo del que un día fue novillero, de esos incansables, y que se anunciaba en los carteles como García Poveda. Hoy es conocido como Néstor García, apoderado (independiente). Juntos formaron un tándem poderoso, un duro "entrenador" físico y mental y un "alumno" valiente, concienciado y siempre dispuesto a triunfar cueste lo que cueste.
Juntos han supuesto un continuo desafío al férreo sistema taurino y han conseguido llegar muy arriba, pero no a la cima, aún no. A la cima se llega cuando se toca techo y, personalmente, creo que este torero tiene aún progreso y muchos logros por delante.

Aquí no hay multitudinaria, festiva y mediática presentación de temporada meses antes de que empiece, en discotecas o auditorios. Aquí hay un torero que anuncia más que una gesta, una hazaña. Un tío cuyas credenciales no son palabras en un estrado, sino hechos en una plaza. Alguien que viene a recordarnos como llegó arriba, con muchos litros de sudor y sangre, y a dar una demostración de vergüenza torera y de como se responde a una afición que reclama algo.

Suerte, torero.

Alberto CH - @alberto_chps




lunes, 10 de noviembre de 2014

"ARTE" NO SON CUATRO LETRAS

Así define “arte” la Real Academia Española: Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginario con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
Los cuarenta y seis académicos de número de esta institución fundada hace ya trescientos años tienen la difícil misión de definir conceptos, no siempre definibles.

¿Quién osa explicar con palabras conceptos como arte? Que frivolidad.
El arte no se expresa con palabras. No es algo superficial ni tangible. Es algo que sólo puede ser entendido y percibido cuando se siente. Es algo puramente espiritual, algo inconmensurable, como un pellizco directo al alma que deleita los sentidos. Algo parecido a eso que los eruditos románticos dicen del amor.






¿Quién se atreve a decir que el toreo no es arte? Torear no es engañar a un animal con un trapo, con más o menos gracia y habilidad. Es una magnífica expresión de uno mismo, una hermosa danza con la misma muerte, una manifestación de fervorosa emoción.
Para ser TORERO no sólo hace falta valor, técnica, sacrificio e infinitas horas de preparación. Hace falta algo que sólo tienen unos cuantos afortunados tocados por Dios o el universo, hace falta tener una férrea personalidad, una sobrehumana sensibilidad y sobre todo, hace falta tener alma de artista, porque sólo así se puede ser capaz de transmitir esa sensación indefinible que encoge el corazón y que llamamos arte.

Por eso es tan difícil llegar a algo en ese mundo cuyas selectivas puertas sólo se abren para los elegidos, para esos pocos capaces de evocar sentimientos tan profundos y complejos.

Yo soy incapaz de definir el arte, como soy incapaz de definir el toreo con palabras, aunque sí soy capaz de percibirlo, de sentirlo. Si me preguntan qué es el arte o qué es torear sólo sabría contestar con ejemplos y vivencias. Arte y toreo es lo que hace Diego Urdiales cuando se pone a torear con la mano izquierda, un pase del desprecio de don Juan Serrano Finito de Córdoba, una media a compás abierto y suerte cargada de Chenel, un derechazo con la figura erguida y relajada y plantas asentadas de Curro Díaz o una poderosa y emocionante lucha entre don Francisco Ruiz Miguel y un miura.

Mientras Mozart componía su afamada Flauta Mágica, Pedro Romero era artista pionero en decir y aplicar aquello de que el toreo no se hace con las piernas sino con las manos.

Mientras don Francisco de Goya realizaba esa serie de grabados titulada La Tauromaquia, Curro Guillén destacaba en el albero con sus majestuosos galleos y recortes.

Mientras Valle-Inclán creaba su mítico Esperpento escribiendo su obra teatral Luces de Bohemia, su buen amigo Belmonte fascinaba al respetable con su toreo de cercanía y pies casi asentados poniendo en práctica aquello de parar, templar y mandar; y Joselito era dominador absoluto de todas las suertes del toreo.

Mientras Pablo Neruda escribía sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Ignacio Sánchez Mejías (cuya muerte fue llorada real y literariamente por Alberti y García Lorca) recibía sentado señorialmente en el estribo y ponía pares de banderillas por los adentros tan espectaculares como ajustados.

Mientras Pablo Picasso pintaba su universal Guernica, un entonces novillero llamado Manolete levantaba expectación por su asombrosa elegancia, verticalidad y relajación a la hora de manejar la franela.

Mientras Gabriel García Márquez remataba con su pluma la que fue su obra cumbre, Cien años de soledad, Antonio Ordóñez abría el compás y toreaba con una pasmosa delicadeza convirtiéndose en espejo y referente de muchos otros.

En el mismo año en que el gran Bob Dylan publicaba uno de los discos más importantes de su carrera y de la historia reciente de la música, Blonde on blonde, Curro Romero salía dos veces por la puerta grande de Madrid con su inolvidable maestría.

Y mientras el poeta, compositor y cantante Joaquín Sabina escribía, grababa y publicaba su inconfundible 19 días y 500 noches, José Tomás sentaba cátedra de lo que es TOREAR con su quietud absoluta, su valor, su personalidad, y con esos naturales cargados de verdad.

Así que por favor, que nadie ose explicar lo que es el arte, y que nadie intente dictar lo que pueda o no ser considerado como tal, porque ARTE no son sólo cuatro letras.


Alberto CH - @alberto_chps









viernes, 7 de noviembre de 2014

AFICIÓN 2.0

Décadas atrás, el escenario donde los aficionados debatían sobre toros no podría tener más solera. Aquellas tabernas guarnecidas de madera con olor a vino y habano o aquellos viejos bares de barra alicatada y servilletas arrugadas y cabezas de gamba por el suelo. Allí se juntaban los compadres para ver las corridas de toros retransmitidas por TVE (cuando de verdad era la televisión de todos los españoles) mientras opinaban entre amigos vino en mano. Si no había toros, echaban su partidita de dominó o de cartas discutiendo sobre quién templaba o podía más a los toros o sobre qué ganaderías estaban en mejor momento. Eso sí que era una red social, y no la de Mark Zuckerberg.

Era otra época, en la que los toreros no se publicitaban mediante un equipo de prensa sino con sus trastos en el albero delante del de los rizos. Una época en la que la afición rezumaba por los poros de la piel y por la tráquea a viva voz desde los tendidos, para lo bueno y para lo malo. Una época en la que los genuinos aficionados tan pronto jaleaban al torero como saltaban al ruedo para protestar por su actuación, si así lo creían oportuno. Una época de verdad.

Los tiempos cambian, la esencia debe permanecer.
Obra original: Armando Ahuatzi

Los que tengan o hayan tenido padres o abuelos aficionados de la vieja escuela dejarán escapar una sonrisa al pensar en la reacción que habrían tenido si hace treinta o cuarenta años alguien les hubiese dicho que, en no mucho tiempo, de toros se hablaría en el tuitendido o en las cuentas y páginas de Facebook. "Y eso, ¿qué carajo es?" dirían. La respuesta es fácil, una plataforma cybernética que permite lanzar opiniones o críticas en cualquier momento y lugar sin siquiera tener que dar la cara. "Anda niño, cállate y tráeme otro chato de vino, tú que estás de pie".

El pasado mes de septiembre la periodista de Canal Plus Toros Elena Salamanca escribía un artículo muy descriptivo sobre esto que llamamos tuitendido en la revista "Lances" (de la feria taurina de Salamanca), titulado "Las redes sociales las carga el diablo".



Sí, tiene razón en que esto del anonimato no siempre es ventajoso. Tiene razón en que ese radicalismo irrespetuoso que utiliza como burladero una falsa identidad no hace ningún bien a la Fiesta. La crítica siempre es buena y necesaria, los insultos no, y menos cuando se lanzan sin dar la cara, sin dar opción a la defensa del ofendido.
En mi opinión Elena Salamanca dijo la verdad, el problema es que no lo dijo todo y se centró únicamente en la parte negativa de esta vorágine taurina de la era digital.

El tuitendido tiene también muchas ventajas. Ha globalizado el toreo, permite que aficionados de todos los puntos del mundo se conozcan y hablen de toros, no importa si estando de acuerdo o discutiendo acaloradamente. También permite enterarse a tiempo real de las noticias relacionadas con nuestra afición, promocionar eventos, publicaciones o programas taurinos (entre otras cosas para eso lo usa la mencionada periodista). No olvidemos que sin el tuitendido no habría tenido prácticamente ninguna repercusión la decorosa lucha de esos valientes novilleros bogotanos más allá de sus fronteras, y de no ser por aquello de #FuerzaNovilleros y todo lo que provocó, muy probablemente no se llevaría a cabo esa magnífica manifestación taurina prevista para el próximo 12 de noviembre en el coso de Santamaría con las principales figuras del toreo allí presentes (secundada desde Madrid). Aprovecho para decir que tampoco vendría nada mal algo así en La Monumental de Barcelona o en San Sebastián, que básicamente ha ocurrido lo mismo y además está mucho más cerca. Habrá que crear un hashtag de esos para ver si los del sector (los primeros interesados, en teoría) reaccionan. 

El ecosistema del tuitendido es muy rico y variado. Hay fakes ingeniosos y realmente divertidos, hay fakes ofensivos y sin nada que ofrecer salvo crispación, hay profesionales del mundo del toro que muestran su agradecimiento a la afición y meten la pata de vez en cuando (aunque quien esté libre de pecado...), hay muy buenos aficionados que gusta leer y aprender de ellos, hay palmeros (no confundir con seguidores) de toreros, ganaderos y hasta empresarios, hay fotógrafos que nos comparten sus obras a través de esta red, hay poetas, pseudo poetas y blogueros. Hay jóvenes que utilizan fotografías y textos ajenos para conseguir muchos seguidores que alimenten su empobrecido ego, hay trolls (lo que siempre se ha llamado porculeros o tocapelotas)...
Pero sobre todo, hay muchas personas maravillosas detrás de esos perfiles con los que es un placer debatir, charlar, reír y pasar un buen rato siempre con los toros como excusa. 

Y sí, también están esos de los que habla Elena, los irrespetuosos, los rebeldes sin causa que sólo saben insultar a todo lo que no encaje con sus gustos y que utilizan las redes sociales para sacar esa aversión y esas ganas de hacer daño que en su vida real tienen que ocultar. Pero ojo, ni todos los anónimos son así, ni todos los que critican tampoco. Quizá haya demasiada sensibilidad con esto de la crítica, quizá haya que aclarar que se puede y se debe criticar, aunque de forma constructiva y respetuosa. No debemos confundir la crítica con la falta de respeto o el insulto. No todo pueden ser palmas y jabón, esa pseudo afición tampoco me interesa. 
Quizá la clave de esto la diera George Owell cuando dijo: En una época de universal engaño, decir la verdad constituye un acto revolucionario

Sigan opinando, diciendo sus verdades, hablando de toros en las redes y globalizando nuestra afición, yo les seguiré leyendo.


Alberto CH - @alberto_chps



domingo, 2 de noviembre de 2014

LA DEMENCIA PERIODÍSTICA

Todos recordamos al maestro Paula como lo que fue, un gran torero, de esos que dejan huella, de los de gloria absoluta o "bronca torera", de los de todo o nada. Uno de esos toreros que pasarán a la historia por tener una esencia y una sensibilidad especial. Un auténtico maestro en el manejo del percal, al que acariciaba con una suavidad pasmosa. Un símbolo del puro arte gitano del barrio de Santiago.



Foto: Andrés Calamaro

Pero por desgracia, últimamente está siendo noticia por sus polémicas declaraciones más que por su añejo toreo de antaño. Hace dos días leíamos en los diarios que el inspirador de La música callada del toreo había sido denunciado por, presuntamente, intentar agredir a su abogado con una azada, pero en esta ocasión hablo de una entrevista publicada en diariodejerez.es cuyo titular ya deja adivinar que se avecinaba tormenta, una vez más: "Estoy en posesión de la verdad y como ser humano no me traiciono".
Dicha entrevista está basada únicamente en atacar a compañeros de profesión como Curro Romero, al que llama ratero; Álvaro Domecq, al que llama mulo; Enrique Ponce, del que dice que coge el capote como quien coge una camisa para colgarla en el tendedero y es falso con la muleta; José María Manzanares, al que compara con un soldado romano; o Morante de la Puebla, al que llama pesetero. Cito textualmente su opinión expresada sobre éste último:

Morante no sabía coger ni el capote ni la muleta. Hace dos cosas buenas, banderillear siempre que sea un toro que galope y que meta la cara. Ahí hay que quitarse el sombrero. Y otra cosa es lo bien colocado que está en el tercio de banderillas. Está en el sitio exacto. Lo demás se lo he enseñado yo. Cuando torea bien con el capote y con la muleta es porque se acuerda de mí. Todavía, con los años que tiene, no sabe poner un toro al caballo. Y eso es porque tiene menos seso que un mosquito. Para ser torero hay que tener condiciones, que las tiene, y también cabeza. El que lo ha puesto rico he sido yo. Eso me lo debe a mí.

Aquí la entrevista completa: Entrevista a Rafael de Paula

Yo no voy a valorar las declaraciones del diestro, aunque sí cabe recordar que el maestro Curro Romero le ha tendido la mano muchas veces y Morante de la Puebla (al que un día dijo admirar) le dio buen sustento como apoderado durante varios meses.
Tengan razón o no, admiro a las personas que hablan de frente y por derecho, que no atienden a eso del protocolo o a ser políticamente correctas, en definitiva a la gente auténtica y sin pelos en la lengua.
No sé si hace estas declaraciones por subvertir, por llamar la atención, porque esa sea su verdad o, como muchos dicen, debido a una demencia que viene achacando en los últimos años.
Lo que sí voy a valorar es la demencia periodística que demuestra este medio, y más concretamente Francisco Orgambides publicando esta entrevista.
No soy periodista, y por tanto sé poco sobre deontología en esa profesión. Pero sí soy lector, y como tal, entiendo que toda publicación seria debe llevar un contenido sensato, un argumento, un mensaje, algo de interés que vaya más allá del morbo o el amarillismo.
De esta entrevista en cuestión, sólo saco en claro la aversión de un torero contra otras personas. Como aficionado a los toros, no encuentro absolutamente nada valorable ni reseñable, por lo que me parece una publicación totalmente fuera de lugar y con el único objetivo de crear polémica a costa de un hombre que, intencionadamente o no, está levantando polvo allá por donde pisa.

Señor Francisco Orgambides, dedíquese si quiere a la prensa del corazón, seguro que con su concepto del periodismo le abren un hueco en esa telebasura que tanto criticamos precisamente por hacer cosas como la que ha hecho usted. Pero si busca sensacionalismo, morbo y protagonismo, háganos un favor y aléjese de los toros.

Recordemos al maestro Paula como lo que fue, un gran TORERO, y no como un anciano metepatas, faltón y subversivo.