La reflexión es lo único que se puede aportar a aquello sobre lo que ya está todo escrito.
Aquí se habla de toros y de la vida, como en las viejas tabernas.

lunes, 9 de febrero de 2015

SI SE QUIERE, HAY FUTURO

Estamos en Febrero, mes importante para el toreo y para todos los aficionados.
Recién terminada la feria de Valdemorillo, la primera con cierta importancia de la temporada, llega el movimiento, la ilusión -o desilusión- por ver cómo se van confeccionando los carteles por parte de las diferentes empresas. Llega el momento de los rumores, de las críticas y de las alabanzas por la temporada que se avecina.
Sí, he tildado a Valdemorillo como ciclo de cierta importancia a sabiendas de que es una plaza de pueblo (dicho sea con todos los respetos), pero es una feria que a veces, y sólo a veces, sirve como lanzadera para algunos buenos toreros que se pasan los días, las semanas y los meses entre sus duros entrenamientos, la vigilancia constante y ansiosa de su teléfono esperando alguna oportunidad y la impotencia de ver desde el sofá de su casa una y otra vez a muchos toreros con menos y peores condiciones que ellos, pero con mejores padrinos.

Este año hay pesimismo en el ambiente. Un poco más, si cabe.
La vuelta de toreros a los que ningún aficionado ha llamado ni ha echado de menos, la creación de la FIT, esa pócima mágica que prometía salvar la tauromaquia a base de euros y pesos mexicanos. Esa panacea que iba a apostar por el futuro y que sin ni siquiera haber dado aún un solo festejo, ya han demostrado quienes son y qué quieren: el monopolio y el control absoluto de nuestra Fiesta, cada vez menos nuestra y cada vez menos Fiesta.

No podían faltar tampoco los antitaurinos adoctrinando a la sociedad desde asociaciones y partidos políticos con sus más que conocidas mentiras mil veces repetidas. El problema es que cada vez tienen mayor efecto y credibilidad, seguramente por su difusión creciente en esos medios de comunicación vendidos al mejor postor.
Y es que los españoles y los latinos en general somos únicos renegando de nuestra propia cultura, avergonzándonos y acomplejándonos de nuestras raíces y de nuestras tradiciones.

Todo esto me ha quedado más claro aún tras haber podido participar en un humilde pero, para mí, valioso proyecto.
Les cuento. Tengo una amiga que trabaja en un instituto de Canadá como profesora de español y tutora de un grupo de alumnos que rondan entre los 17 y los 19 años, una edad en la que se terminan de forjar los ideales, los principios y las aficiones.
Hace unos meses les propuso sacar a debate un tema a elegir por los pupilos que esté relacionado con la lengua que ella les enseña. Para su sorpresa (y la mía) decidieron que ese tema sería la tauromaquia.

Canadá es un país con unas férreas leyes (morales y jurídicas) de protección animal, muy asimiladas y transmitidas de generación en generación. Cualquiera que haya visitado ese país norteamericano sabrá que una mascota o un animal salvaje tienen prácticamente los mismos derechos que un ciudadano. Todo apuntaba a que ese debate iba a acabar convirtiéndose en una cascada de críticas y acusaciones hacia el noble arte de Cúchares, pero no, porque en los principios de los canadienses (y de todos los habitantes de países moralmente desarrollados) también está la protección de su patrimonio, su arte y su cultura, tan importante para ellos o más que sus marcadísimos ideales de protección animal.



Mi amiga no es aficionada a los toros y por eso decidió pedirme ayuda para poder moderar y guiar ese debate. La única condición (para mí, muy acertada) era la de no interferir demasiado, dejar que fueran ellos los que sacaran conclusiones por sí mismos.
Le hice un pequeño guión, unas directrices: empezar por la base (la crianza del toro bravo y la preparación de aquellos que sueñan con ser toreros) para poco a poco, ir llegando hasta el final, la lidia en la plaza. Además le envié algunos artículos y fotografías que le pudieran servir como apoyo y me puse a su disposición para responder a todas las dudas que pudieran surgir durante el proyecto (que no fueron pocas).También le pedí que para que fuera algo totalmente imparcial, instara a sus alumnos a no buscar la información en páginas webs de carácter antitaurino, y así lo hicieron.

Todos se pusieron manos a la obra y empezaron a investigar y aportar material por su cuenta, y quedaron entusiasmados con la crianza del toro bravo, nuestras dehesas, el tiempo, dinero, amor y sacrificio que dedican los ganaderos, mayorales y vaqueros a criar a sus animales, igual que les llamó mucho la atención la disciplina, el sacrificio y el valor de todos esos chavales aspirantes a convertirse en toreros.
También se sintieron muy atraídos por la liturgia y el misterio que rodea al toreo y comenzaron a asimilarlo como arte y cultura y no como un simple espectáculo de masas.
Bien avanzado el debate (duró varias semanas), habiendo seguido esas pautas y habiendo aportado todos información recogida por ellos mismos, llegaron las conclusiones.
Por supuesto, no todos comprendieron la necesidad de la muerte del animal, pero mostraban su opinión con absoluto respeto y precaución.

Para mí, lo más interesante llegó cuando la profesora les dijo que en España e Hispanoamérica hay gente que trabaja por la prohibición y la abolición de la tauromaquia y que en algunos lugares se había conseguido.
Les costaba creerlo. Todos, incluídos los que no comprendían del todo y no estaban de acuerdo con el sacrificio del toro, se mostraron en contra de la prohibición. Cuentan que para ellos nuestra tierra es conocida por el toreo y que ellos jamás consentirían que en su país se censurase un arte que es su signo de identidad, les gustara o no.

Ya ven, parece que a 7.000 kilómetros de distancia respetan más nuestras propias tradiciones y nuestra propia cultura que nuestros vecinos de escalera.

Sé que esto es una simple anécdota, algo sin ninguna trascendencia y de poca importancia, pero para mí ha significado algo más. Lo he visto como un experimento que demuestra los prejuicios que en nuestro propio país se les crea a nuestros jóvenes sobre nuestra afición. Esta experiencia me ha demostrado empíricamente lo que ya sospechaba: sin esa información contaminada y malintencionada que dan los antitaurinos, sin esta moda absurda de renegar y avergonzarnos de lo que es nuestro, sin esta costumbre de no respetar y pisotear las aficiones que no compartimos, habría muchos más jóvenes aficionados al toro.

Como dato diré que uno de los alumnos canadienses viajará este mismo año a España para conocer de primera mano el campo bravo y el toreo. Antes del proyecto, sobre toros sólo sabía que existían, y ahora se ha convertido en un entusiasmado taurómaco y proyecto de aficionado.
Si esto se ha conseguido tan sólo informándoles de forma imparcial y animándoles a buscar información por sí mismos en un país tan lejano y animalista, imaginen lo que se podría conseguir dentro de nuestras fronteras con una buena promoción y una sólida difusión de la tauromaquia entre nuestros jóvenes.

También deberíamos progresar, haciendo justamente lo que esos adoctrinadores y adoctrinados antitaurinos entienden por ese término: alejarnos del prejuicio, conocer por nosotros mismos algo antes de criticarlo y entender que el arte y la cultura así como los signos de identidad de nuestra nación están muy por encima de nuestros propios gustos y opiniones personales.

Si se quiere hay futuro, y mucho.

Alberto CH - @alberto_chps



2 comentarios:

  1. Qué bonito post, siempre habré de felicitarte, por cómo lo haces y hacer que alguien lejano a tu tierra le entre la curiosidad, quizá un aficionado más :)

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  2. Quién sabe si será un buen aficionado... Ojalá.
    Para mí, lo interesante y lo bonito fue la experiencia.
    ¡Muchas gracias!

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