La reflexión es lo único que se puede aportar a aquello sobre lo que ya está todo escrito.
Aquí se habla de toros y de la vida, como en las viejas tabernas.

lunes, 16 de marzo de 2015

LA HEROICIDAD, UN NEGOCIO AL ALZA

La tauromaquia es un arte cargado de muchos valores que, desgraciadamente, se están desprestigiando y perdiendo en esta fría, insustancial y avanzada sociedad que nos absorbe. Uno de ellos es la heroicidad, algo que siempre he admirado profundamente de esos pocos privilegiados que son capaces de ponerse delante de un toro para transmitir emociones al resto de los mundanos.
El problema viene cuando esta cualidad es el único motivo para estar presente en una plaza de toros de primera categoría y en un cartel de mucha relevancia.

Veinte años y treinta y siete operaciones después, Vicente Ruiz "El Soro" reaparece ante su público. Y lo hace en un estado físico deplorable y con la moral y la confianza en sí mismo por las nubes, una mezcla a priori peligrosa.
Hoy el diestro valenciano nos ha dado una lección de superación personal, de valor y de amor propio, pero lo ha hecho a costa de dejar al toreo a la altura de ese albero que en mi opinión nunca más debió pisar.

Cantaba el gran Gardel que "veinte años no es nada", pero evidentemente no hablaba de toreros ni de la inevitable huella física y mental que deja el paso del tiempo cuando éste se pasa de quirófano en quirófano.

Salió el primero de la tarde por la puerta de chiqueros, terciado, armónico, "cómodo de cara" -como les gusta llamarlo a los toreros- o con poca seriedad por delante -como en realidad es-. Un toro muy noble y manejable, como hecho a medida en una factoría llamada Juan Pedro para un torero en las condiciones de El Soro. Con una cojera más que flagrante y una efusividad exacerbada, tiró de técnica y conocimiento para darle su lidia como pudo. En banderillas tuvo la suerte de que el buenazo de Juan Pedro no hizo por él tras cada par y en este segundo tercio también demostró tener tantas tablas como pocas facultades físicas, eso sí, dejando su inimitable sello particular.
Por si a alguien no le había quedado claro que aquella extraña actuación era más festivalera que taurina, Soro lo quiso aclarar clavando una gran bandera de la Comunidad Valenciana en el centro del ruedo para calentar aún más a los ya bullentes y entregados tendidos.
Un trasteo llevando a su flojo rival muy despegado y a media altura, unos arrimones marca de la casa con "teléfono" incluído y un par de estocadas, la primera haciendo guardia, fueron méritos suficientes para concederle una oreja y terminar de enloquecer a un público totalmente entregado a su héroe local.

En el segundo de su lote quiso aumentar aún más su apuesta y tras un subidón de moral y autoconfianza, el veteranísimo diestro sacó una silla de enea del callejón y lo esperó a portagayola sentado cual novillero con ansia y necesidad de triunfo. De nuevo la suerte le acompañó y todo quedó en vítores y más vítores del respetable. Repitió en banderillas, esta vez compartiendo el tercio con Montoliú, y de nuevo lo hizo a su manera particular, esa que antaño le hizo tan famoso.
Este juampedro no fue tan noblón como su primero y tras una faena en la que tampoco le bajó la mano (algo que su contrincante le pedía a gritos) se dispuso a matar. Dice el refrán que tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, y el cántaro se rompió. Tras mucha tensión, muchos uys (o eas de Manuel Caballero) ese ángel protector que tantos capotes le había echado ya, se despistó en la suerte suprema y Vicente fue cogido de forma fea llevándose una aparatosa voltereta, una paliza considerable y tres vértebras fracturadas (sin afectación neurológica). Tras una fuerte petición de oreja con la que el presidente no fue condescendiente, todo quedó en una vuelta al ruedo (y otra de regalo) en la que el público jaleaba con pasión a su ídolo.

Me quito el sombrero ante un torero, un tío de los pies a la cabeza y con dos cojones que le arrastran por su increíble capacidad de superación personal; del mismo modo que detesto que esa envidiable cualidad haya querido mostrarla en una plaza de toros sembrando el pánico entre todos los asistentes y televidentes mientras dejaba en evidencia que ese toro tan demandado por las figuras puede torearlo hasta un hombre tullido (por supuesto, con mucha técnica y bragueta).

Cabe recordar que hoy se cumplía el 25 aniversario de la alternativa de Enrique Ponce en esa misma plaza, algo que ese toreo tan temerario como festivalero de don Vicente Ruiz ha eclipsado completamente. No termino de entender cómo el maestro Ponce ha permitido que este esperpento se llevara a cabo justo hoy, en una fecha tan señalada e importante para él ante su público, en un día en el que él y sólo él debería haber sido protagonista ante su gente.

Al final todo acabó como empezó, con un público enloquecido con un mermado torero cargado de ilusión que lo más digno y sensato que podría haber hecho hoy es cortarse la coleta tras haber cumplido su objetivo y tras haberse demostrado a sí mismo y habernos demostrado a todos su enorme capacidad de sacrificio para cumplir sus metas. En lugar de eso, anuncia que está dispuesto a torear más corridas y que está preparado para ello (lo peor de todo es que de verdad lo cree).

Una vuelta al ruedo en hombros no reglamentaria ni cabal, para después salir del coso a pie junto a sus compañeros y volver a ser izado en el patio de cuadrillas, fue el epílogo de este despropósito convertido en corrida de toros.

Derechazo de El Soro en su reaparición en Valencia. Foto: Cayetano Talens para El Mundo


Para ser justo, he de decir que la culpa no es sólo de El Soro, quien al fin y al cabo es un superviviente con infinitas ganas de seguir retando al destino con épicas hazañas.
El señor Simón Casas, ese que se autodenomina "productor de arte", esta vez nos ha vendido de todo menos eso, pero él, que para los negocios es un lince, es buen sabedor de que hoy la heroicidad es un negocio al alza, igual que su viejo "torero estrella" de la feria, aunque sea una heroicidad vacía de arte y cargada de tanta temeridad como banal espectáculo.

Don Vicente, toda mi admiración por haberse sobrepuesto a ese calvario de operaciones hasta poder demostrar que puede torear de nuevo (algo impensable hace tan sólo dos años) y mi más sincera enhorabuena por cumplir su sueño, pero por favor, no vuelva a pisar un ruedo vestido de luces nunca más porque la afición quiere pasar miedo con el de los rizos en la testuz y no con el de la castañeta en el cogote. 

Alberto CH - @alberto_chps



1 comentario:

  1. Opino lo mismo, lo de ayer fue un espectáculo bochornoso que empañó lo que debía ser la celebración del 25 aniversario de alternativa de Ponce. Un consejo Soro: una y no más, hasta aquí hemos llegado

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