Ellos, los antitaurinos, comenzaron la sucia batalla de las calumnias y las injurias hacia el toreo y hacia todos los profesionales y aficionados. Difundiendo mentiras, acusaciones y hasta insultos y amenazas a través de las redes sociales, la prensa y la televisión, han conseguido convertir a una gran parte de la sociedad en un campo de cultivo de odio e intolerancia. Un campo de cultivo tremendamente productivo cuyas semillas son la ignorancia y cuyo abono es la mentira con una buena capa de maquillaje.
Esta campaña de marketing, sin dejar de ser sucia, requiere tiempo, dedicación, cabezas pensantes y bastante financiación. A estas alturas no hace falta aclarar las poderosas compañías que están detrás de todo esto y con qué fin.
Lo que a mí como aficionado me preocupa es que nosotros empecemos a utilizar la misma arma para defendernos de todo eso que parece que no veíamos venir o que habíamos infravalorado. Pero es que además, lo hacemos de una forma mucho más cutre, simple, cantosa y oportunista.
Acusar a los antitaurinos del atentado por artefacto explosivo perpetrado el pasado 19 de febrero en las inmediaciones de 'La Santamaría' de Bogotá es de todo menos sensato.
Desde el primer momento, los encargados de la investigación tenían muy claro que los activistas contrarios a la tauromaquia, por violentos que sean, no tuvieron nada que ver con los hechos, y así lo hicieron público. Pero qué más da. Nosotros, todopoderosos taurinos de las redes, somos criminólogos expertos en terrorismo internacional. Somos jueces, legisladores y peritos. E idiotas, eso también.
¿A nadie se le ocurre pensar lo descabellado que es pensar -y sobre todo publicar- que ese atentado fue perpetrado por antis?
Explosión a las 10:30 a.m. en el corazón del dispositivo policial. Una hora en la que apenas había taurinos concurriendo la zona y sí muchos policías. Un país donde existen y actúan dos importantes organizaciones 'revolucionarias' terroristas cuyos principales objetivos suelen ser miembros estatales (como la Policía).
Al final ocurrió lo que más temía. Cuatro 'listos' manipuladores cargados de impotencia y perversión a los que no se les ocurre otra forma más digna de defender la tauromaquia, difundieron a los cuatro vientos que aquello era cosa de los antitaurinos intentando provocar una masacre entre los taurinos.
El efecto de tal insensatez no se hizo esperar: muchos miles de tuits, retuits, publicaciones en Facebook y hasta artículos en "prensa taurina" (siempre entre comillas) llamaban asesinos a los que nos han vendido como nuestros principales e íntimos enemigos.
Asesinos, ahí es nada. Esa misma calumnia por la que tanto hemos pataleado y denunciado nosotros mismos, y con toda la razón. Asesinos, palabras mayores.
Hoy mismo se confirmaba lo esperado. E.L.N. (Ejército de Liberación Nacional) se atribuía la autoría del atentado explicando que fue obra de un comando de guerrilleros urbanos.
Más grave que la gran falta de respeto a las verdaderas víctimas, el ridículo espantoso, la mezquindad y el oportunismo demostrado por el sector taurino en los últimos días con este asunto, es que muy pocos se retracten de lo dicho, pidan disculpas por tan graves acusaciones infundadas o al menos eliminen sus publicaciones al respecto.
Se está mejor tapado en el burladero a la espera de otra oportunidad, como buenos taurinos.
Ahora también hemos demostrado que ni en la batalla de las calumnias somos mejores que ellos.
Lo nuestro es el victimismo y no el activismo, y eso es un gravísimo problema.
"Nada corre tanto como la calumnia. Nada se lanza con más facilidad, se acoge con más presteza y se difunde tan ampliamente"(Cicerón).