Mi vecino Andrés, un señor humilde, alegre y de gran corazón,
fue un gran aficionado a los toros, de esos que quedan pocos. Digo fue, no
porque se haya muerto, sino porque ya no lo es, o al menos, se resiste a seguir
siéndolo.
Pasó toda su vida trabajando sin parar, de ñapa en ñapa, lo
mismo te cambiaba una bajante, te arreglaba una lavadora, te levantaba un
tabique o te hacía una estantería. Su sustento y el de toda su familia siempre
dependió de sí mismo (eso que los modernos de ahora llaman ser freelance) y a su santa esposa y sus
tres hijos nunca les faltó de nada, aunque para ello tuviera que echar dieciséis
horas diarias de duro trabajo cuando la economía le apretaba contra las tablas.
Andrés Carrasco, se llama. De muy jovencito quiso ser
torero, pero según cuenta, le faltaba talento (el valor se lo daba el hambre y
la necesidad de ayudar económicamente a su familia). De vez en cuando echamos
un ratito en su casa para hablar sobre la vida mientras tomamos un cafelito o
lo que surja. Charlamos de fútbol, de la situación del país, de las nuevas
tecnologías (ante las que también se resiste) y me cuenta chistes y anécdotas
del pasado.
Yo no tengo padres o abuelos aficionados al toreo, soy un aprendiz de aficionado autodidacta, y por eso personas como Andrés me alimentan esa necesidad de escuchar sobre el pasado y el presente, sobre las sensaciones y el misterio de la tauromaquia.
Yo no tengo padres o abuelos aficionados al toreo, soy un aprendiz de aficionado autodidacta, y por eso personas como Andrés me alimentan esa necesidad de escuchar sobre el pasado y el presente, sobre las sensaciones y el misterio de la tauromaquia.
Pero su actitud cambia radicalmente cuando sale el tema de
los toros. Su mirada se torna triste y se le pone cara de melancolía. Hasta las
arrugas de su piel parecen volverse más profundas y marcadas.
Andrés amaba la tauromaquia, tanto, que sólo se permitía
coger vacaciones para dos cosas: llevar a su familia a un apartamento de
Almuñécar unos días, y sobre todo, para poder ver toros. Tenía la costumbre de
pedir un pequeño préstamo cada año a su sucursal bancaria de toda la vida para
sacarse su abono en el 6 de la Malagueta, pasar tres o cuatro días en San
Isidro y un fin de semana en la Feria del Toro de Pamplona.
A sus setentaytantos años llenos de experiencia y sabiduría
aprendida en eso que llaman la universidad de la calle, me cuenta con resignación que esto ya no es lo que era. Que hace
años que no pisa su plaza, ni ninguna otra, ni las volverá a pisar. Que no, que
no quiere ver la farsa en la que se ha convertido el toreo, y que si se acaba
pronto, le da exactamente igual. Su discurso pesimista y negativo me lo suelta
mientras se le consume un cigarro tras otro en sus recias y curtidas manos, sin
apenas darles una sola calada.
Me cuenta que ha visto a El Viti, a Camino, a Dámaso, a Ordóñez, a
Curro (al que amaba y odiaba a partes iguales), a Ortega Cano... Que también ha
visto, dice, como la variedad de encastes y ganaderías era algo lógico y
habitual y que todos los toreros, por muy figuras que fueran, debían torear de
todo, aunque fuera a regañadientes. Dice haberse emocionado con patasblancas,
marqueses, condes de la corte, albaserradas, y también con los ahora
sobreexplotados de Núñez y Domecq.
Alberto, de ahora sólo
me interesan dos, José Tomás y Diego Urdiales, pero uno no quiere torear y al
otro no le dejan, me cuenta mientras apaga contra el cenicero los últimos
restos de su Ducados consumido pero sin fumar.
Andrés asegura que él nunca se fue de las plazas, que a él
le echaron de ellas. Le cuesta digerir la Fiesta actual, qué le vamos a hacer.
Pero no nos engañemos, Andrés Carrasco ya no interesa como
cliente a esos fariseos de los que depende el toreo. Ahora interesan los
Cayetanos, Borjas, Kikes, Nachos y Sonsoles (Sonso para los amigos) que pasan
gustosos por la taquilla y se dejan las manos aplaudiendo todo lo que acontece
en la plaza, no se sabe muy bien si porque les gusta lo que ven o por
calentárselas tras sostener tanto rato un frío gintonic entre ellas. ¿Pero
Andrés? ¿un tío que viene aquí a protestar y a exigir sabiendo lo que se dice?
No hombre, no.
Debo decir que no me gusta escribir sobre la parte fea de la
Fiesta, sobre esa cara B que pocos quieren oir, pero nos lo ponen en bandeja de
plata y de vez en cuando también hay que hacerlo, por si cambiamos las cosas, o
algo… (pobre iluso).
Y es que el toreo está en manos de unos cuantos gañanes con
dinero cuyo único trabajo consiste en confeccionar los mismos carteles año tras
año, intentar regatear el caché a toreros (salvo a los suyos), precios a
ganaderos, y apoderar a todo aquel que pueda darles beneficios y puedan intercambiar
con sus colegas a modo de mercancías, como trueques de excedentes agrarios en
el neolítico.
Y por si no fueran peligrosos ya por separado, crearon una
asociación nacional para tener todavía más fuerza y hacerse con el monopolio
definitivo de nuestra Fiesta.
Últimamente, tienen un nuevo cometido: llorar y predicar a
los cuatro vientos que esto se acaba, que el toreo tiene los días contados, que
pierden dinero a espuertas, que su negocio es una verdadera ruina. Y lo dicen
sin ponerse tan siquiera un poquito coloraos. Como falsos profetas, como paganos infiltrados en el sagrado templo de la tauromaquia.
Todo esto se lo achacan (cito textualmente) a esta profunda crisis económica, unos costes
inasumibles, los altos cánones y cargas fiscales (el 21% de IVA entre otras
cosas) y aseguran que o todos hacen un
esfuerzo o esto desaparece de forma inminente. Por supuesto, su
incompetencia como empresarios nada tiene que ver con la situación, faltaría
más.
Todas estas lindezas las sueltan sin tapujos, entre otros, uno que se
autodenomina “productor de arte” que tiene participación directa en las plazas
más rentables de España y Francia y apodera a toreros que no le dan pocos
beneficios, la familia empresaria de la plaza más concurrida de España (entre
otras muchas) y por supuesto también apoderados, los cuñadísimos que heredaron
el negocio de gestionar la sagrada Maestranza de Caballería de Sevilla, que tan
pronto mandan a un TORERO a Senegal, como meses después están dispuestos a
pagar en lingotes de oro por pasearle en su albero en la próxima temporada (ahí
queda eso). Y como aparición estrella, como premio revelación de fariseo, llega
un tal Ángel Bernal, empresario de Murcia, diciendo que lleva 4 años 4 palmando
mucha pasta pero que no se va. Olé. Acho,
si estás perdiendo dinerico lárgate y que venga otro más capaz habrán
pensado muchos murcianos con santa paciencia y afición (perdón por el tópico).
Todo esto lo dicen sin aportar pruebas, sin rendir cuentas
para demostrar sus palabras, sin ni siquiera proporcionar datos a la prensa
allí presente.
Pobrecitos, lo están pasando mal, los 300 caballos del motor
de sus Mercedes ya no rugen a plena potencia, sus viajes idílicos a Asia y sus
safaris se ven ligeramente reducidos… Están
perdiendo dinero, y como ellos están perdiendo dinero, el apocalipsis taurino
se acerca… Hay que tener poca vergüenza.
Si yo monto una frutería y la gente deja de venir, sólo
tengo dos opciones: o elijo mejor mi género, ajusto más los precios, cuido más
al cliente e intento remontar; o directamente me convenzo de que no sirvo para
esto y traspaso el negocio a alguien más capaz, a alguien que al menos sepa de
fruta y de lo que quieren realmente los consumidores.
Otra cosa preocupante es que los antitaurinos profesionales,
esos que ganan dinero por su cometido, publican las palabras de estos “señores”
de forma literal, sin tener que aportar nada de su propia cosecha ni cambiar una sola
coma para que sus fervientes seguidores entiendan aquello como un discurso
antitaurino. Están dando argumentos (falsos) al enemigo que quiere acabar con
esto que tanto amamos unos cuantos millones de locos, para hacerles aún más
fuertes. Lo saben, pero les da exactamente igual. Llorar es su nuevo cometido y
cumplen con él a rajatabla. Ojalá cumplieran también a rajatabla su obligación
de someterse al reglamento taurino, pero eso es otro cantar…
Y para colmo, viene el músico, periodista y empresario
Salvador Boix, aquel independiente que apoderó durante 7 temporadas (para mí,
magistralmente) al torero más importante de las últimas dos décadas. Y viene a
escribir un artículo diciendo que el problema del toreo no está donde dicen los
fariseos, sino en la falta de pureza y verdad en la plaza y en la desaparición
del misterio, eso que siempre fue protagonista y principal factor de atracción en
una corrida de toros.
A Salvador se le “castiga” por sus incómodas verdades en uno de los
portales taurinos más visitados de la red diciendo que habla en contra de la tauromaquia
moderna dando una mala imagen de ella, y le “castiga” con un ridículo y brusco “BAJA”
acompañado de una flechita hacia abajo dentro en un círculo rojo (eso creo que
lo hacían las revistas Superpop y Cuore con los famosillos que se ponían
gorditos o les salía celulitis). Ese es el nivel periodístico de los grandes
portales.
Por cierto, una flechita hacia abajo le pongo yo al director de este mismo portal, quien escribe una novela de temática no taurina y pone en marcha toda la maquinaria del márketing taurino para promocionarla. Lo que viene siendo aprovecharse del mundo del toro para su propio beneficio en algo que nada tiene que ver con el toreo. Pero bueno, que nos vamos del tema…
Por cierto, una flechita hacia abajo le pongo yo al director de este mismo portal, quien escribe una novela de temática no taurina y pone en marcha toda la maquinaria del márketing taurino para promocionarla. Lo que viene siendo aprovecharse del mundo del toro para su propio beneficio en algo que nada tiene que ver con el toreo. Pero bueno, que nos vamos del tema…
Que alguien les diga a estos “señores” que perder dinero no
es lo mismo que ganar menos de lo que a ellos les gustaría. Que alguien les
diga que el máximo responsable de los males de una empresa, es justamente el
empresario, que es quien debe saber solucionar sus problemas y sanear sus
cuentas (aunque dudo mucho que las de esta gente estén por sanear). Que alguien
les diga que si no llenan sus plazas no es por la crisis ni por el IVA, que prueben abrir
carteles, innovar, darle alicientes al aficionado, cuidar y respetar a todo aquel que pase por sus taquillas, fomentar la afición y cumplir el reglamento. Que intenten atraernos con esos toreros y esos toros que
realmente queremos ver. Que trabajen todo el año para evitar que cada temporada
veamos los mismos carteles con los mismos toreros, los mismos toros y las
mismas faenas, todo como hecho con un calco.
Y por favor, que alguien les diga que por detrás de ellos
hay jóvenes con verdadera afición y capacidad para sacar esto adelante, dispuestos (ellos sí) a arriesgar todo su patrimonio por lo que de verdad
creen. Que se hagan un favor a sí mismos y a la afición y les dejen paso.
Y es que como Andrés Carrasco hay muchos, y como esto siga
así seguirá habiendo muchos más.
El aficionado no se va, le echan ustedes.
El aficionado no se va, le echan ustedes.
Alberto CH - @alberto_chps
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