La reflexión es lo único que se puede aportar a aquello sobre lo que ya está todo escrito.
Aquí se habla de toros y de la vida, como en las viejas tabernas.

lunes, 10 de noviembre de 2014

"ARTE" NO SON CUATRO LETRAS

Así define “arte” la Real Academia Española: Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginario con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
Los cuarenta y seis académicos de número de esta institución fundada hace ya trescientos años tienen la difícil misión de definir conceptos, no siempre definibles.

¿Quién osa explicar con palabras conceptos como arte? Que frivolidad.
El arte no se expresa con palabras. No es algo superficial ni tangible. Es algo que sólo puede ser entendido y percibido cuando se siente. Es algo puramente espiritual, algo inconmensurable, como un pellizco directo al alma que deleita los sentidos. Algo parecido a eso que los eruditos románticos dicen del amor.






¿Quién se atreve a decir que el toreo no es arte? Torear no es engañar a un animal con un trapo, con más o menos gracia y habilidad. Es una magnífica expresión de uno mismo, una hermosa danza con la misma muerte, una manifestación de fervorosa emoción.
Para ser TORERO no sólo hace falta valor, técnica, sacrificio e infinitas horas de preparación. Hace falta algo que sólo tienen unos cuantos afortunados tocados por Dios o el universo, hace falta tener una férrea personalidad, una sobrehumana sensibilidad y sobre todo, hace falta tener alma de artista, porque sólo así se puede ser capaz de transmitir esa sensación indefinible que encoge el corazón y que llamamos arte.

Por eso es tan difícil llegar a algo en ese mundo cuyas selectivas puertas sólo se abren para los elegidos, para esos pocos capaces de evocar sentimientos tan profundos y complejos.

Yo soy incapaz de definir el arte, como soy incapaz de definir el toreo con palabras, aunque sí soy capaz de percibirlo, de sentirlo. Si me preguntan qué es el arte o qué es torear sólo sabría contestar con ejemplos y vivencias. Arte y toreo es lo que hace Diego Urdiales cuando se pone a torear con la mano izquierda, un pase del desprecio de don Juan Serrano Finito de Córdoba, una media a compás abierto y suerte cargada de Chenel, un derechazo con la figura erguida y relajada y plantas asentadas de Curro Díaz o una poderosa y emocionante lucha entre don Francisco Ruiz Miguel y un miura.

Mientras Mozart componía su afamada Flauta Mágica, Pedro Romero era artista pionero en decir y aplicar aquello de que el toreo no se hace con las piernas sino con las manos.

Mientras don Francisco de Goya realizaba esa serie de grabados titulada La Tauromaquia, Curro Guillén destacaba en el albero con sus majestuosos galleos y recortes.

Mientras Valle-Inclán creaba su mítico Esperpento escribiendo su obra teatral Luces de Bohemia, su buen amigo Belmonte fascinaba al respetable con su toreo de cercanía y pies casi asentados poniendo en práctica aquello de parar, templar y mandar; y Joselito era dominador absoluto de todas las suertes del toreo.

Mientras Pablo Neruda escribía sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Ignacio Sánchez Mejías (cuya muerte fue llorada real y literariamente por Alberti y García Lorca) recibía sentado señorialmente en el estribo y ponía pares de banderillas por los adentros tan espectaculares como ajustados.

Mientras Pablo Picasso pintaba su universal Guernica, un entonces novillero llamado Manolete levantaba expectación por su asombrosa elegancia, verticalidad y relajación a la hora de manejar la franela.

Mientras Gabriel García Márquez remataba con su pluma la que fue su obra cumbre, Cien años de soledad, Antonio Ordóñez abría el compás y toreaba con una pasmosa delicadeza convirtiéndose en espejo y referente de muchos otros.

En el mismo año en que el gran Bob Dylan publicaba uno de los discos más importantes de su carrera y de la historia reciente de la música, Blonde on blonde, Curro Romero salía dos veces por la puerta grande de Madrid con su inolvidable maestría.

Y mientras el poeta, compositor y cantante Joaquín Sabina escribía, grababa y publicaba su inconfundible 19 días y 500 noches, José Tomás sentaba cátedra de lo que es TOREAR con su quietud absoluta, su valor, su personalidad, y con esos naturales cargados de verdad.

Así que por favor, que nadie ose explicar lo que es el arte, y que nadie intente dictar lo que pueda o no ser considerado como tal, porque ARTE no son sólo cuatro letras.


Alberto CH - @alberto_chps









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